Diario "La Capital". Rosario, viernes, 20 de septiembre de 2013
¿Por qué Argentina está en el Grupo de los 20?
El Grupo de los 20 (G-20) es en la actualidad el ámbito más trascendente de cooperación internacional en temas económicos y financieros globales. Podemos remontar sus orígenes a 1999...
Por Elsa Marinucci (*)
El Grupo de los 20 (G-20) es en la actualidad el
ámbito más trascendente de cooperación internacional en temas económicos
y financieros globales. Podemos remontar sus orígenes a 1999, cuando
los ministros de Finanzas y directivos de bancos centrales de Canadá,
Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos (por
entonces llamado G-7) se reunieron para deliberar sobre los efectos de
la crisis financiera de 1997-1998. Sin embargo, fue recién con la crisis
de 2008 que el grupo se amplía a 20 Estados (19 países más la Unión
Europea): Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Francia,
Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, República de Corea, México,
Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía, Reino Unido, Estados Unidos y
la Unión Europea.
Como G-20 sus miembros se reunieron por primera vez
en 2008 en Washington, donde acordaron cooperar en áreas clave para
fortalecer el crecimiento económico frente a la crisis financiera y
fortalecer el sistema financiero internacional.
El G-20 es un grupo de fuerte peso en la economía y
finanzas internacionales, dado que en conjunto representan el 90 por
ciento del PIB mundial, el 80 por ciento del comercio internacional y
las dos terceras partes de la población mundial. Sin embargo, autores
como Postel-Vinay sostienen que lo más importante del Grupo radica en la
superación de los viejos antagonismos "Norte-Sur" y el "reparto más
equitativo de la influencia y la prosperidad a escala global que no
implica inevitablemente una reversión de roles".
La participación de Argentina en el grupo ha sido
bastante activa desde el comienzo en 2008, en especial sobre temas de
gran relevancia para el país como es el caso del empleo y la volatilidad
de los precios de las materias primas. Las razones de su inclusión del
país en el grupo son diversas. Tussie y Deciancio hacen mención a tres
causales fundamentales: en primer lugar se refieren a las buenas
relaciones forjadas desde el inicio del gobierno de Menem con los países
desarrollados —especialmente Estados Unidos—, así como los impactos que
podía llegar a tener en el sistema financiero internacional la cesación
de pagos de la deuda argentina, cuestiones que le habrían servido de
apoyo y puerta de entrada al grupo. En segundo lugar, hacen referencia a
la necesidad del G-7 de ampliar su representación incluyendo a países
emergentes de diversas regiones del mundo, por lo que México, Brasil y
Argentina habrían sido los seleccionados para representar a América
latina en el grupo. En tercer lugar, se refieren a las cuestiones
financieras, donde la crisis desatada en 1998 con la consiguiente
recesión, más la experiencia vivida por las economías mexicana,
asiática, rusa y la devaluación brasileña de 1999, hacían temer un
efecto dominó hacia la ya debilitada economía argentina, por lo que una
participación del país en el grupo permitiría un mayor control y era
vista como una forma de proveer recomendaciones en caso de que la crisis
se manifestara (Tussie y Deciancio, 2010). Más allá de estas causales,
existen nuevos factores de gran relevancia en la última década que
identifican a la Argentina, junto con América latina, como actores
importantes en el seno del G-20 y necesarios para contribuir al diseño
de una futura gobernanza global. Entre ellos se destacan el lugar
privilegiado que ocupa la Argentina en el mundo en la producción y
exportación de biocombustibles y de alimentos (y tener la capacidad para
generarlos eficientemente sin subsidios) y sus grandes reservas
energéticas y de recursos naturales, cuestiones que hoy en día son temas
de preocupación y debate tanto en el G-20 como en otros foros
internacionales. Una prueba de este peso fue la participación argentina
en la primera reunión de ministros de Agricultura del G-20 celebrada en
París en 2011, donde se aprobó un ambicioso plan de acción.
A fines de 2012 Rusia asumió la presidencia del grupo y fijó una agenda con ocho áreas de atención prioritaria:
1. Creación de un marco
para el crecimiento fuerte,
sostenible y equilibrado.
2. Trabajo y empleo.
3. Reforma de la arquitectura financiera internacional.
4. Fortalecimiento de la
regulación financiera.
5. Sostenibilidad energética.
6. Desarrollo para todos.
7. Incremento del comercio multilateral.
8. Lucha contra
la corrupción.
En función de esto, el 5 y 6 de septiembre pasado
Rusia acogió la cumbre de dos días del grupo en San Petersburgo, esta
vez con una atmósfera muy enrarecida por la crisis de Siria, donde si
bien el tema no estaba en la agenda original del encuentro, los
intercambios de opiniones marcaron su desarrollo. Si bien hubo consenso
en condenar el uso de armas químicas contra civiles, no hubo acuerdo
sobre las medidas a tomar y las divisiones fueron contundentes: mientras
algunos países bregaban por una acción precipitada, otros buscaban que
Estados Unidos acudiera al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Más allá de ese tema inesperado, en el ámbito
económico y financiero el orden del día de la cumbre casi no sufrió
modificaciones con respecto a las cumbres anteriores, por lo que siguió
vinculado a la inestabilidad en los mercados financieros y al creciente
desempleo en diversas economías. El énfasis siguió puesto en el fomento
de un crecimiento fuerte, sostenido y equilibrado con estímulos para el
empleo, el comercio y las inversiones.
La realidad sigue indicando que gran parte de los
problemas que convocaron a los líderes del G-20 en el 2008 siguen
vigentes, aunque algunos pasaron a ser menos apremiantes y otros se han
empezado a afrontar con mucha mayor fuerza. Para ello, Rusia había
establecido una multiplicidad de acciones de fomento de la inversión a
largo plazo, del fortalecimiento del comercio multilateral y de la
asistencia internacional para el desarrollo.
La Cumbre culminó con la Declaración Conjunta de
Líderes del G-20, donde los miembros reforzaron su compromiso por el
trabajo concreto en pos del fortalecimiento de la economía global. Entre
las acciones decisivas que se comprometieron a emprender figuran, entre
otras, mecanismos para la estimulación del crecimiento fuerte,
sostenible y equilibrado, el financiamiento para la inversión, el
fortalecimiento del comercio multilateral, la lucha contra la evasión
fiscal, la creación de instituciones financieras flexibles, la lucha
contra el lavado de dinero y financiación del terrorismo, la promoción
del desarrollo para todos y las políticas energéticas sostenibles.
El plan de acción para prevenir la evasión fiscal
prevé implementar un sistema multilateral de intercambio de información,
según un plan que deberá presentar el año próximo la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económico (Ocde).
En el caso de Argentina en particular, la presidenta
Cristina Kirchner planteó la necesidad de regulación a nivel global,
sobre todo en materia de reestructuración de la deuda soberana y en
materia bancaria.
Sin embargo y pese a la declaración unánime, también
en estos temas el grupo demostró las pujas internas entre países
desarrollados versus emergentes y la necesidad de conformación de
coaliciones intrabloque. Los llamados "dinamizadores de la distribución
del poder" dentro del grupo como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica
(Brics), aprovecharon la reunión para consolidar sus posiciones, a los
que se unieron Argentina e Indonesia. Estos países plantearon una
revisión de su influencia de acuerdo a su aporte y peso en el Banco
Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Otras
divergencias entre ambos frentes se manifestaron con respecto a la
creación del Banco de Desarrollo y el pool de reservas de divisas de los
Brics, cuyo objetivo sería justamente el convertirse en alternativas al
FMI y el BM. Putin anunció en San Petersburgo la creación del Banco de
Desarrollo con un capital fundacional de 50 mil millones de dólares y
del Pool de Reservas de Divisas, con un capital acordado de 100 mil
millones de dólares.
Estas divergencias y consolidación de posiciones de
los países emergentes en el G-20 parecen ir arraigando el crecimiento de
la influencia de éstos, por lo que de perdurar, estaría marcando una
tendencia hacia un sistema económico-financiero internacional más
equilibrado, coincidente con los compromisos señalados en la Declaración
de San Petersburgo. Desde cualquier punto de vista y pese a las
múltiples oposiciones que genera el grupo, siempre será positiva una
innovadora forma de cooperación donde los países llamados "desarrollados
o del Norte" van ejercitando y asimilando una nueva forma de trabajo
conjunto con los países del "Sur".
(*) Doctora en Relaciones Internacionales (UNR)