miércoles, 3 de septiembre de 2014

BUZKASHI. DEPORTE DE AFGANISTAN

Afganistán, después de los talibanes: extraña tradición en Kabul

Un deporte brutal que enloquece a los afganos: el buzkashi

Se disputan una cabra decapitada
KABUL.- Es viernes -día de fiesta para los musulmanes- y nieva sobre Kabul. "Alá es grande: hay sequía desde hace cuatro años, y para nosotros los copos de nieve significan agua", explica Massud, mi intérprete.
Es viernes en Kabul, y la nieve que cae, pintando de blanco las calles y las montañas, hace que nadie sepa si esta tarde se juega o no el partido de buzkashi, una mezcla de polo y pato que es pasión en Afganistán. "Si sigue nevando, se suspende", explican.
En el centro de la ciudad hay menos bullicio, menos caos, menos tránsito de autos destartalados tocando bocina y menos afganos en bicicleta.
La mayoría de los puestos de los mercados, por lo general atestados de gente, están cerrados, y los hombres se dirigen a las mezquitas a rezar.
En Kabul parece reinar una paz virtual. A esta especie de isla controlada por 3500 militares de la ISAF (International Security and Assistance Force), entre ellos gurkas nepaleses que con sables patrullan las calles saludando a los niños, siguen llegando noticias alarmantes.
Tanto en el norte como en el sur del país, distintas bandas rivales siguen matándose para controlar determinados territorios.
A las 16, dos horas después del horario habitual, y cuando ya no es nieve sino aguanieve lo que cae, en el ovalado estadio del Sporting Center de Kabul -antes cuartel general de los talibanes, ahora sede del comando de la ISAF-, está por comenzar el partido de buzkashi.
Veinticuatro caballos nerviosísimos y 24 jinetes están listos, y lo que vendría a ser la bocha, o mejor dicho lo que se disputarán los dos equipos, es una cabra blanca, decapitada.
Por supuesto no hay ni la sombra de una mujer entre las 2500 personas presentes en las tribunas que rodean la cancha, que no es de pasto como en el polo, sino de piedras y tierra. Tampoco hay dos arcos, sino que en un extremo hay una banderita blanca y en el otro, un círculo.
Una vez obtenida la carcaza después de una violenta lucha, hacer un gol es ir al galope hasta la banderita, dar una vuelta y volver hasta donde está el círculo para depositar la cabra.
Antes de comenzar el juego, un anciano con barba blanca, pakol (el gorro de lana prensada marrón) y patú (la manta beige en la que se envuelven todos los hombres) con una fusta saca a los niños que ocupan la cancha.

Una tradición

Como la música y la TV, el buzkashi, un juego tradicional en las provincias del norte de Afganistán -donde montar a caballo es una herencia de las estepas-, estaba vedado durante la dictadura religiosa de los talibanes. Desde su colapso, ha vuelto a practicarse todos los viernes en Kabul.
Los equipos están formados por dos grupos de mujahiddines de doce cada uno. No se diferencian por camisetas, sino que los jugadores parecen conocerse y cada cual sabe bien quién es su adversario.
Los capitanes, denominados "chapandaz", con turbantes y barbas negras, llegan a la cancha con fusiles Kalashnikov al hombro y guardaespaldas. Y se dan la mano antes de empezar el partido.
A diferencia del polo, un juego elegante, el buzkashi es brutal. No hay referí y los jinetes no llevan tacos, sólo un rebenque. Visten una suerte de turbante que sirve para protegerse de los golpes y se cuelgan de sus coloridas monturas para arrancarse el disputado animal decapitado.
Más que con los goles, el público se entusiasma, grita y ríe cuando el descontrol es total: cuando caen al piso los jinetes, o cuando algunos caballos, enloquecidos por la excitación de la lucha, sobrepasan el círculo y avanzan a los saltos hasta las tribunas.
Más que polo o pato, a esa altura, el buzkashi ya se parece al rugby o a un rodeo. La violencia es tal que en un momento determinado un afgano hace notar que la cabra que los equipos se disputan estaba embarazada: de tantos tirones, de repente de su interior sale una masa ensangrentada que dicen que es un feto. El partido de "polo" afgano, una locura, termina después de una hora de juego.
No lejos de allí, en el estadio de Kabul, mientras tanto, se disputa un partido de fútbol, un deporte que los talibanes no prohibieron, pero que dejaban practicar sólo si los jugadores vestían pantalón largo y detenían el match para cumplir con las oraciones del día.
En comparación con el "polo" o "pato" afgano, el fútbol parece un juego casi idílico.

El lugar de las ejecuciones

Pero pone la piel de gallina pensar que justo en ese lugar los talibanes ejecutaban públicamente, colgándolos y rematándolos de un tiro, a los criminales "infieles" que habían desobedecido a la sharía. El estadio, un edificio abandonado y semidestruido como media Kabul debido a décadas de guerra, aún ostenta en su entrada un cartel que indica "Islamic Emirate of Afghanistan". Aunque muy simbólicamente, una mano de pintura blanca ha borrado la parte que dice "Emirate", como habían bautizado los talibanes a este país.
Arriba de la tribuna principal se levanta, triunfal, una gigantografía de Ahmed Shah Massud, el llorado líder de la antitalibana Alianza del Norte, asesinado en un atentado el 9 de septiembre. Al lado de la imagen de Massud, el "león del Panshir" que se está transformando aquí en una suerte de icono al estilo del Che Guevara -su foto está en todos lados, incluso bordada en las alfombras-, un cartel en árabe evoca uno de sus famosos discursos: "La nación que logró derrotar a dos imperios -el británico y el soviético, (N.d.R.)-, nunca será dominada por una cultura extranjera", afirma.
Desde el borde de la cancha, en tanto, Zelman, entrenador del Soah ("rayo" en dari), el equipo que está jugando un amistoso -por supuesto con pantalones cortos-, cuenta que nunca quiso ver las ejecuciones que hacían aquí los seguidores del mullah Omar.
"Las personas no pueden violar a la humanidad como hicieron los talibanes", afirma. Ex portero de la selección afgana, Zelman es un comerciante que los viernes suele entrenar a su equipo, por hobby. "No hay dinero para un sueldo", explica. Ante una pregunta de esta enviada contesta riendo que "claro" que lo conoce a Diego Maradona: "Es de la Argentina, tiene la camiseta número 10 y es el mejor jugador del mundo". .
Por Elisabetta Piqué Enviada especial

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