lunes, 13 de abril de 2015

CRISTINA Y VII CUMBRE DE LAS AMÉRICAS





Cumbre

Cristina se desmarcó del resto y criticó con dureza a Obama

Cuestionó su política contra Venezuela y sugirió que su gobierno podría estar vinculado con "golpes blandos"
Por   | LA NACION
PANAMÁ.- Todos los temas que abordó fueron estratégicamente elegidos para concentrar sus críticas en un único destinatario: Barack Obama. Cristina Kirchner pronunció ayer uno de los discursos más encendidos en contra del jefe de la Casa Blanca, a quien cuestionó duramente por haber firmado el decreto que declaró a Venezuela una amenaza.
Calificó ese acto de "rayano con lo ridículo" y hasta contó que le había causado gracia. Dijo que era "absurdo y una sinrazón", pidió a los Estados Unidos que usara su cuantioso presupuesto para la lucha contra el narcotráfico y la inmigración ilegal, y deslizó la responsabilidad de la administración norteamericana en lo que calificó como intentos de "golpe blando" contra su gobierno y la región.
Para cuando ella habló, Obama había abandonado la extensa mesa circular que compartían y nada escuchó de lo que la Presidenta trajo aquí para decirle. Molesta por la ausencia, Cristina disparó munición gruesa. "¿No está? No importa, alguien se lo contará", reaccionó con ironía, mirando hacia el lugar vacío que había dejado el hombre que se llevó todas las miradas tras firmar el histórico acuerdo con Cuba y reunirse aquí con Raúl Castro. La mala relación de la Casa Rosada con Washington marcó el tiempo político del final de mandato de la Presidenta en esta VII Cumbre de las Américas, la última de la que participará.
La Presidenta se presentó en bloque con sus pares de Venezuela, Nicolás Maduro; de Bolivia, Evo Morales, y sobre todo de Ecuador, Rafael Correa, el cuarteto que esgrimió las posiciones más duras hacia los Estados Unidos.
Con Obama apenas se dio un apretón de manos. Nada más. Con Maduro, en cambio, se reunió en la previa al encuentro de presidentes en el Hotel Intercontinental Miramar, donde se hospedó, anteanoche. Allí, en una hora y media, acordaron la posición común que llevarían al plenario.
Las palabras presidenciales contrastaron con los cálidos elogios que minutos antes había dedicado Raúl Castro a Obama, que sorprendió al pedir apoyo para su par norteamericano, al que trató como una persona "humilde". En ese contexto, en el que habían sonado los aplausos para ambos, le tocó hablar a la Presidenta.
Desde el inicio anticipó el tono. "No seamos cínicos", reclamó cuando pidió a los Estados Unidos un cambio en su política de lucha contra el narcotráfico. "¿En dónde se lava el dinero? ¿En los bancos de los países que producen la droga o en los paraísos fiscales y los bancos de los países desarrollados?", cuestionó, y pidió perseguirlo con "el mismo ahínco" con el que "se investiga el financiamiento del terrorismo internacional".
Ni siquiera el histórico diálogo entre Obama y Castro pareció conmover demasiado a Cristina. Si bien rescató que el descongelamiento de las relaciones después de medio siglo se haya dado durante el mandato del demócrata, pidió no confundirse con esos gestos. "Yo sé que al presidente Barack Obama, lo acaba de decir, no le gusta mucho la historia o le parece que no es importante. A mí me encanta porque me ayuda a comprender lo que pasa", se diferenció. "No estamos presenciando el encuentro de dos presidentes. No, señores. Cuba está aquí porque luchó con una dignidad sin precedentes", remarcó.
Por la tarde, antes de partir y desde el lobby del hotel, repitió los conceptos centrales de su discurso ante la prensa, y fue un poco más contemplativa con Obama.
"Bueno, tampoco en ningún país del mundo un presidente tiene todo el poder", equilibró.
Durante su presentación ante los mandatarios, Cristina pareció aludir a la denuncia del fiscal Alberto Nisman en su contra. "Han surgido nuevas formas más sutiles de intervención e influencia en nuestros gobiernos, en las que se utilizan medios de comunicación multinacionales, denuncias falsas, asociaciones caprichosas de Estados con otros Estados para hacer no sé qué conspiraciones", asestó.
En su respaldo a Maduro, incluyó el reclamo contra Gran Bretaña por haber reforzado el presupuesto militar en Malvinas. "Si querían enfrentar a Venezuela, deberían haber encontrado otra forma. Nadie puede creer tampoco que mi país sea una amenaza al Reino Unido", planteó.
Y a pesar de que reprochó la injerencia en asuntos internos después de que Roberta Jacobson, una de las principales funcionarias de Obama, dijo que la economía argentina está "en muy mala forma", chicaneó, "así como al pasar", que la Casa Blanca "debería ser más efectiva para combatir el narcotráfico y la inmigración ilegal" con los 640.000 millones de dólares de presupuesto militar.
Con una corta participación, posó para la foto de familia y abandonó la cumbre de presidentes del continente, la última de sus dos mandatos..
 
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Un viaje marcado por la tensión con EE.UU.

Hasta en la delegación argentina sorprendió el alto voltaje del mensaje de la Presidenta
PANAMÁ (De una enviada especial).- Ella había llegado entre las primeras para ubicarse puntual en el lugar que le correspondía en la foto de familia. Él lo hizo unos segundos más tarde, pasándole por atrás. Cuando Cristina Kirchner lo percibió a sus espaldas, giró rápidamente y, como acomodándose el pelo, chequeó su presencia. Repitió el movimiento y, entonces sí, lo miró a los ojos y le extendió el brazo. Él respondió. Fue sólo un apretón de manos para Cristina y Barack Obama.
Con la tensión de fondo con la Casa Blanca, la comitiva argentina que acompañó a la Presidenta en su corta pasada por esta ciudad se sorprendió por el alto voltaje que le imprimió Cristina a su discurso, concentrado en sus críticas a la administración norteamericana.
No hubo ningún aparte entre ambos, más allá de aquel contacto de ocasión durante la foto. "Tampoco lo vinimos a buscar", dijo escuetamente Carlos Zannini, uno de los pocos funcionarios que llegaron con la Presidenta.
Con la tirante relación en el medio, Cristina Kirchner se refugió en sus aliados regionales y se mostró molesta con la Casa Blanca desde que la secretaria para asuntos de la región, Roberta Jacobson, hizo un crudo diagnóstico sobre la economía argentina la semana pasada. Desde entonces, el Gobierno decidió acotar todo lo posible la estadía de la Presidenta en esta VII Cumbre de las Américas, donde Estados Unidos es siempre el actor protagonista. Llegó al filo del comienzo y evitó ir a la ceremonia de bienvenida que dio el anfitrión, Juan Carlos Varela. Tampoco participó de la cena de honor en el casco viejo, donde se perdió el primer encuentro cara a cara entre Obama y Raúl Castro. A esa hora, ella estaba reunida en su suite del hotel Miramar, frente al Pacífico, con Nicolás Maduro, con quien se mostró en sintonía en las apenas 20 horas que pasó por aquí.
La relación bilateral estancada que nunca terminó por despegar en los ocho años de gobierno de Cristina culminó, así, con frialdad con esta última cumbre regional para la Presidenta. De algún modo, marcó ella misma su despedida. "La verdad es que ésta es mi última cumbre, también creo que es la última del presidente Barack Obama", sostuvo en su presentación. Ya no tendrán otra oportunidad de verse.
"En definitiva, a pesar de algún elogio, también Raúl lo dejó desnudo", analizó una fuente cercana a la Presidenta. "A pesar de algún elogio, dio a entender que en realidad no manejaba nada en Estados Unidos", describió, con crudeza.
Cristina fue de los pocos que no tuvieron una bilateral con el norteamericano. Mientras ella dejaba la cumbre de manera anticipada, sin ir a la segunda parte del plenario de mandatarios, el propio Maduro, su aliado incondicional, como Castro más temprano, también tenía su reunión aparte con Obama..

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Un viaje marcado por la tensión con EE.UU.

Hasta en la delegación argentina sorprendió el alto voltaje del mensaje de la Presidenta
PANAMÁ (De una enviada especial).- Ella había llegado entre las primeras para ubicarse puntual en el lugar que le correspondía en la foto de familia. Él lo hizo unos segundos más tarde, pasándole por atrás. Cuando Cristina Kirchner lo percibió a sus espaldas, giró rápidamente y, como acomodándose el pelo, chequeó su presencia. Repitió el movimiento y, entonces sí, lo miró a los ojos y le extendió el brazo. Él respondió. Fue sólo un apretón de manos para Cristina y Barack Obama.
Con la tensión de fondo con la Casa Blanca, la comitiva argentina que acompañó a la Presidenta en su corta pasada por esta ciudad se sorprendió por el alto voltaje que le imprimió Cristina a su discurso, concentrado en sus críticas a la administración norteamericana.
No hubo ningún aparte entre ambos, más allá de aquel contacto de ocasión durante la foto. "Tampoco lo vinimos a buscar", dijo escuetamente Carlos Zannini, uno de los pocos funcionarios que llegaron con la Presidenta.
Con la tirante relación en el medio, Cristina Kirchner se refugió en sus aliados regionales y se mostró molesta con la Casa Blanca desde que la secretaria para asuntos de la región, Roberta Jacobson, hizo un crudo diagnóstico sobre la economía argentina la semana pasada. Desde entonces, el Gobierno decidió acotar todo lo posible la estadía de la Presidenta en esta VII Cumbre de las Américas, donde Estados Unidos es siempre el actor protagonista. Llegó al filo del comienzo y evitó ir a la ceremonia de bienvenida que dio el anfitrión, Juan Carlos Varela. Tampoco participó de la cena de honor en el casco viejo, donde se perdió el primer encuentro cara a cara entre Obama y Raúl Castro. A esa hora, ella estaba reunida en su suite del hotel Miramar, frente al Pacífico, con Nicolás Maduro, con quien se mostró en sintonía en las apenas 20 horas que pasó por aquí.
La relación bilateral estancada que nunca terminó por despegar en los ocho años de gobierno de Cristina culminó, así, con frialdad con esta última cumbre regional para la Presidenta. De algún modo, marcó ella misma su despedida. "La verdad es que ésta es mi última cumbre, también creo que es la última del presidente Barack Obama", sostuvo en su presentación. Ya no tendrán otra oportunidad de verse.
"En definitiva, a pesar de algún elogio, también Raúl lo dejó desnudo", analizó una fuente cercana a la Presidenta. "A pesar de algún elogio, dio a entender que en realidad no manejaba nada en Estados Unidos", describió, con crudeza.
Cristina fue de los pocos que no tuvieron una bilateral con el norteamericano. Mientras ella dejaba la cumbre de manera anticipada, sin ir a la segunda parte del plenario de mandatarios, el propio Maduro, su aliado incondicional, como Castro más temprano, también tenía su reunión aparte con Obama..

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Cristina elogió a Venezuela y a Cuba y le pegó a Obama

La relación con Estados Unidos.En medio de un clima de distensión de la región con Washington por las negociaciones con La Habana, Cristina criticó con dureza a Barack Obama y castigó la política de EE.UU.
En la que fue su última Cumbre de las Américas como presidenta, Cristina Kirchner lanzó ayer en Panamá elogios hacia los presidentes de Cuba, Venezuela y Colombia, y se refirió nuevamente con dureza hacia los Estados Unidos, en lo que sigue marcado el mal pulso de las relaciones bilaterales. Fue sin dudas su discurso más duro hacia Barack Obama, porque tuvo carácter personalizado. Obama no la escuchó en directo, porque ya se había marchado cuando ella empezó a hablar, séptima en el turno de los presidentes que hablaron. "Decía el líder que fundó mi movimiento, el general Perón, que se vuelve de cualquier cosa menos del ridículo", sentenció Cristina sobre el decreto de Obama que considera a funcionarios de Venezuela como una amenaza para los Estados Unidos. Cristina también se refería a las consideraciones del Reino Unido de que Argentina es una amenaza militar para las islas Malvinas.
Sobre el decreto de Obama, Cristina dijo que la hizo reír, que lo consideró "inverosímil" y "rayano en lo ridículo". El de ella fue el discurso más duro entre los de los presidentes que rechazaron el decreto. Tanto el venezolano Nicolás Maduro, como el cubano Raúl Castro, el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa buscaron tender puentes con el estadounidense. Los dos primeros, incluso, mantuvieron reuniones con el jefe de la Casa Blanca.
"Y sí, es una Cumbre histórica", empezó diciendo Cristina ayer a la mañana en referencia al ingreso de Cuba al sistema de Cumbres de las Américas. "Yo sé que al presidente Barack Obama, lo acaba de decir, no le gusta mucho la Historia o le parece que no es importante. A mí, la Historia me encanta", soltó en tono de chicana Cristina. Respondiéndole a recriminaciones de Correa, Obama había dicho que su país miraba "hacia el futuro" y que no sería "prisionero del pasado" con respecto a la política con Cuba ni con la región.
Durante la foto de familia de la que fue la VII edición de la cumbre, Cristina buscó el saludo de Obama y se dieron a secas la mano. Ya en el lobby del hotel donde se alojó, Cristina habló brevemente con los periodistas como hace tiempo que no lo hacía. Allí, dijo que su colega "no era responsable" por lo que el país había hecho en el pasado. También contó que repasó la agenda bilateral con Brasil a solas con Dilma Rousseff y que se encontró el jueves a la noche Maduro. Se deduce que acordaron aspectos de sus discursos. Cristina dijo que creía que alguien influyó en Obama contra Venezuela para "aguarle" la cumbre.
Un rato antes, en su discurso, hablando del financiamiento del narcotráfico -en el medio del cual elogió la gestión del colombiano Juan Manuel Santos- señaló: "En los países productores, cuando sale la sustancia tóxica, vale 2.000 dólares, pero por ejemplo, llega a Chicago -la ciudad en donde hizo su carrera política Obama- y vale 40.000".
La Presidenta dijo que no entiende cómo en esa "potencia militar con un presupuesto de 640 mil millones de dólares" no se podía combatir el narcotráfico. También recordó que en EE.UU. "hay 11 millones de indocumentados".
Cuando hablaba ante los presidentes en la asamblea, y ya advertida de que su colega estadounidense no estaba en el recinto para escucharla, soltó: "No se si estará presente, o si se habrá retirado, no alcanzo a ver, tendría que ponerme los anteojos y no tengo ganas, no está, no importa, alguien se lo contará". En ese momento, Obama se había ido para mantener encuentros bilaterales con sus pares del continente, tal como suelen hacer los presidentes en estas ocasiones.
Cristina llegó el jueves a última hora a Panamá, después de haber decidido de antemano que no participaría ni de la ceremonia de inauguración ni de la cena de gala que organizó su colega panameño Juan Carlos Varela. La Presidenta se fue de este país ayer a la tarde, mucho antes de la clausura de la Cumbre que ella misma había calificado como "histórica" hacía apenas unas pocas horas.
Diario "Clarín". Buenos Aires, 12 de abril de 2015


Hasta en la delegación argentina sorprendió el alto voltaje del mensaje de la Presidenta

PANAMÁ (De una enviada especial).- Ella había llegado entre las primeras para ubicarse puntual en el lugar que le correspondía en la foto de familia. Él lo hizo unos segundos más tarde, pasándole por atrás. Cuando Cristina Kirchner lo percibió a sus espaldas, giró rápidamente y, como acomodándose el pelo, chequeó su presencia. Repitió el movimiento y, entonces sí, lo miró a los ojos y le extendió el brazo. Él respondió. Fue sólo un apretón de manos para Cristina y Barack Obama.
Con la tensión de fondo con la Casa Blanca, la comitiva argentina que acompañó a la Presidenta en su corta pasada por esta ciudad se sorprendió por el alto voltaje que le imprimió Cristina a su discurso, concentrado en sus críticas a la administración norteamericana.
No hubo ningún aparte entre ambos, más allá de aquel contacto de ocasión durante la foto. "Tampoco lo vinimos a buscar", dijo escuetamente Carlos Zannini, uno de los pocos funcionarios que llegaron con la Presidenta.
Con la tirante relación en el medio, Cristina Kirchner se refugió en sus aliados regionales y se mostró molesta con la Casa Blanca desde que la secretaria para asuntos de la región, Roberta Jacobson, hizo un crudo diagnóstico sobre la economía argentina la semana pasada. Desde entonces, el Gobierno decidió acotar todo lo posible la estadía de la Presidenta en esta VII Cumbre de las Américas, donde Estados Unidos es siempre el actor protagonista. Llegó al filo del comienzo y evitó ir a la ceremonia de bienvenida que dio el anfitrión, Juan Carlos Varela. Tampoco participó de la cena de honor en el casco viejo, donde se perdió el primer encuentro cara a cara entre Obama y Raúl Castro. A esa hora, ella estaba reunida en su suite del hotel Miramar, frente al Pacífico, con Nicolás Maduro, con quien se mostró en sintonía en las apenas 20 horas que pasó por aquí.
La relación bilateral estancada que nunca terminó por despegar en los ocho años de gobierno de Cristina culminó, así, con frialdad con esta última cumbre regional para la Presidenta. De algún modo, marcó ella misma su despedida. "La verdad es que ésta es mi última cumbre, también creo que es la última del presidente Barack Obama", sostuvo en su presentación. Ya no tendrán otra oportunidad de verse.
"En definitiva, a pesar de algún elogio, también Raúl lo dejó desnudo", analizó una fuente cercana a la Presidenta. "A pesar de algún elogio, dio a entender que en realidad no manejaba nada en Estados Unidos", describió, con crudeza.
Cristina fue de los pocos que no tuvieron una bilateral con el norteamericano. Mientras ella dejaba la cumbre de manera anticipada, sin ir a la segunda parte del plenario de mandatarios, el propio Maduro, su aliado incondicional, como Castro más temprano, también tenía su reunión aparte con Obama..

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