sábado, 3 de enero de 2015

FARÁNDULA K: LOS TRADUCTORES DEL RELATO


Farándula K: los traductores del relato

Si en los 90 los famosos eran candidatos rendidores -una herramienta que algunos partidos, como PRO, siguen usando-, el kirchnerismo dio un giro a la eterna cercanía del poder con la farándula: ahora, actores, conductores y deportistas son difusores inmejorables del credo oficialista desde los medios
Por   | Para LA NACION

Alejada de los intereses de la gente común, la política tradicional volvió a echar mano de una herramienta que resulta no sólo marketinera, sino eficaz a la hora de conseguir votos, sobre todo en un año electoral: la estrategia de la farandulización. O el arte de oxigenar con actores famosos, directores de cine, deportistas y otras celebrities los desgastados liderazgos de los profesionales de la política. Y así como el kirchnerismo tiene su propio show biz , con actrices como Andrea del Boca y Florencia Peña como comunicadoras estelares del relato K (así como tiene, en la vereda de enfrente, a sus artistas refutadores, como Guillermo Francella o Ricardo Darín), o se sube al glamour del éxito, como mostró la foto de la Presidenta posando con Maravilla Martínez, en Pro no dudan en inyectar deportistas y actores populares como candidatos a su oferta electoral, en un intento de compensar la falta de estructura nacional y de llegar al corazón de los votantes.
¿Puede ser la incorporación de celebrities un cambio válido para reactivar la representación política, o es una prueba más del proceso de deterioro del sistema tradicional de partidos políticos? ¿En qué se parece la farandulización del kirchnerismo a la que practicaba el menemismo en los noventa? ¿Por qué la derecha es más propensa a llevar celebrities en sus listas que los partidos de izquierda?
Y, tal vez, la pregunta más incómoda: ¿por qué actores como Guillermo Francella parecen influir más en la gente, como líderes de opinión, que políticos tradicionales, como Ricardo Alfonsín?
El dato nuevo es que el kirchnerismo innovó, en las últimas semanas, con otra aplicación de la estrategia farandulera, fórmula que, en una nueva vuelta de tuerca, utilizó esta vez para bajarles el precio a las denuncias de Jorge Lanata sobre supuesto lavado de dinero. La estrategia consistió en llevar el caso Lázaro Báez a los programas de Jorge Rial y Mauro Viale para lavar el valor de la investigación. "Para eso sirve tener a Rial -interpreta el sociólogo e historiador Marcos Novaro-, para convertir en cotidiano el discurso político. El kirchnerismo pensó que el punto débil de Lanata era que se farandulizó, cuando en realidad ése fue su punto fuerte."
Lo cierto es que, en este exitoso matrimonio entre show biz y política, el conductor de Periodismo para Todos se apropió, a su vez, de la misma herramienta que tan exitosamente usa el kirchnerismo. Y, a juzgar por la credibilidad cosechada (ver recuadro), al menos esta vez parece haber ganado el round en la batalla cultural.
En su uso de la farándula para la construcción del poder, el juego kirchnerista apela, de vez en cuando, a incluir famosos en las listas electivas, como el caso de las testimoniales, en 2009, cuando promovió a la actriz Nacha Guevara. Pero su estrategia es, en realidad, la inclusión de celebrities para la construcción del relato.
Marcos Novaro lo pone en una figura interesante: "Andrea del Boca es mucho más útil para traducir el proyecto K a un lenguaje cotidiano que Horacio González, al que no se le entiende nada. Y, en ese sentido, es una intelectual orgánica como lo sugería Gramsci, porque convierte en sentido común el discurso político. Es una lástima que Cristina Kirchner crea que intelectuales son solamente González o Forster".
Para Novaro, no habría diferencia con el menemismo, que también usaba a la farándula para comunicar su cultura (a través de la revista Caras, por ejemplo). Novaro argumenta que Palito Ortega cumplió, en el menemismo, la misma función de "comunicador" que hoy cumplen Florencia Peña y Andrea del Boca en el kirchnerismo. "El origen mismo del peronismo es la unión de política y farándula, entonces, ¿cómo no les va a salir bien?", remata.
A veces, sin embargo, la fama -entendida como visibilidad mediática- sirve para sobrevivir. O para todo lo contrario. Leonardo Fariña, por ejemplo, una pieza reemplazable en la trama del lavado de dinero K que mostró Lanata, necesitó hacerse visible, famoso, para que su vida no corriera riesgo, según el mismo le confesó al conductor de PPT en cámara. A Lázaro Báez, el supuesto jefe, esa misma visibilidad lo hiere de muerte. Lo mismo le sucedía a Yabrán, en los noventa.
Jorge Telerman, actual presidente del Instituto Cultural bonaerense, cuya trayectoria une política, cultura y espectáculo, también coincide con la idea de que los artistas que apoyan al kirchnerismo son un revival (en versión mucho más light ) de la figura del intelectual o artista "comprometido". Claro que al compromiso hay que sumarle la obtención de contratos y cachets millonarios para los artistas oficialistas, que apoyan el proyecto. Andrea del Boca, por caso, firmó un contrato con la Televisión Pública por un monto de 50 millones de pesos

Famosos & poder

Pro es la fuerza que más deportistas y gente del espectáculo tiene como candidatos o referentes en los principales distritos electorales. El ex Midaci Miguel Del Sel, que sorprendió en 2011 obteniendo un inesperado segundo puesto en las elecciones para gobernador en Santa Fe (en estas elecciones irá por una banca en el Congreso), es el ejemplo más visible, pero hay muchos más. Veamos: el macrismo logró sumar a Leonardo Ginóbilli (hermano de Manu), en Bahía Blanca; al ex árbitro Héctor Baldassi, en Córdoba; también cuenta con Eduardo "Lalo" Ramos, en Mar del Plata y con el histórico jugador de Boca, Carlos Javier Mac Allister. Últimamente sumó al periodista deportivo Walter Quejeiro.
Integrante de la mesa chica y pieza clave en el armado político de Mauricio Macri, Marcos Peña es un ferviente defensor de la estrategia de incluir candidatos por fuera de la política, y si son famosos, mejor.
"Es una condición necesaria, pero no suficiente", dice. Lo argumenta: "Hay que repensar la escena de la representación política. Estamos innovando, y me parece conservador impugnar a alguien por el mero hecho de que es famoso. ¿Quién dijo que para hacer política hay que ser un profesional de toda la vida? Es obvio que, si la política tradicional hubiera hecho las cosas bien, no haría falta buscar afuera de ella".
El secretario de gobierno de la Ciudad apoya con cifras su argumento. "Hay sólo un 15 por ciento de personas que vota por un partido o por una ideología; el resto, vota personas. Y esto es así, nos guste o no. Se enoja la gente cuando digo esto, pero la realidad indica que la representación política, en términos de ser vehículos de un partido político, está herida de muerte. No así la representación entendida como la organización del poder".
El politólogo Isidoro Cheresky, en sus trabajos sobre las nuevas formas de ciudadanía, donde releva "una mutación extraordinaria de las formas de representación política" y diagnostica la muerte de los partidos políticos tal como los conocimos hasta ahora, podría compartir este último argumento de Peña. Cheresky vaticina el auge de los "candidatos ciudadanos", alejados de la "corporación política". Ideas que linkean con las respuestas que obtiene la consultora Mariel Fornoni, cuando les pregunta a sus encuestados por qué lo eligen a Del Sel. Según Fornoni, la gente dice: "Porque es un tipo que se hizo de abajo; no necesita de la política para enriquecerse. Es uno de nosotros, y por eso va a hacer las cosas bien".
"Uno de nosotros", pero famoso, de lo contrario nadie lo conocería, ni lo votaría. La pregunta del millón sigue siendo, entonces, si la incorporación de famosos, por el solo hecho de saber hablar ante una cámara o por tener llegada a la gente, puede reconstruir los lazos de representación desgastados por la política tradicional.
"Hay casos y casos. No es lo mismo (Daniel) Scioli, y no lo digo porque Daniel sea mi amigo y yo ahora trabaje para él, que Miguel Del Sel. Hacer nombres no es simpático, pero es así -apunta Telerman-. Hay famosos que son flor de un día, y otros, como Reutemann o el mismo Macri, que han demostrado vocación política. Porque una cosa es ganar votos y otra mejorar la Argentina." Novaro acuerda con Telerman en el punto de que no habría que hacer juicios a priori, ni generalizar.
En cualquier caso, cada experiencia es diferente. Hay incursiones de actores o famosos en la política mucho más exitosas y duraderas que otras. La candidatura de Daniel Scioli, en su momento, no fue lo mismo que la de Moria Casán, ni la salida al ruedo del cómico Nito Artaza fue igual a la de Héctor Bidonde, incorporado a la izquierda. Como acerca Orlando D'Adamo, experto en comunicación política y profesor de psicología política en la Universidad de Belgrano y la UBA, "la izquierda tiene siempre un componente ideológico mucho más fuerte, sus campañas son más tradicionales, y los artistas que incorpora están fuertemente ideologizados y tienen militancia previa".
Si nos guiamos por la hipótesis que guía la investigación de la periodista Silvia Mercado en su libro El inventor del peronismo , una biografía política sobre Raúl Apold (el cerebro comunicacional del primer peronismo), podemos concluir que la estrategia mediática del kirchnerismo no ha sido otra que la del primer peronismo. En el libro, Mercado sugiere lo que ha hecho sobrevivir en el tiempo al peronismo no fueron los sindicatos ni la obra pública, sino la propaganda del Estado. La construcción del relato, levantado en parte por el acercamiento de Perón y el peronismo al cine y los artistas de la época.
Asegura la investigación que un viejo peronista, en plena guerra con el campo (en la que los Kirchner creyeron ver un golpe mediático destituyente), le transmitió al ex presidente la fórmula de la Coca-Cola del primer peronismo: rodearse de glamour artístico, poner plata en los actores, financiar proyectos cinematográficos que edulcoren la obra del oficialismo y neutralizar todo intento de refutación a través de la creación de un holding mediático estatal y paraestatal y la asfixia a la prensa crítica. Fórmula que Néstor, y luego Cristina, parecen haber seguido al pie de la letra..

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