lunes, 18 de mayo de 2015

ARGENTINA 2000 DE LA RUA Y SU INSPIRADOR JOSPIN



Estilos de gobierno y normas de ética

De la Rúa y su inspirador, Jospin

Para escribir los consejos a sus funcionarios, el Presidente siguió una idea del primer ministro francés
Fernando de la Rúa siempre admiró el estilo con que los franceses llevan adelante su gobierno.
Durante su gestión como jefe de gobierno porteño, y luego, como presidente, nunca desaprovechó una oportunidad para enterarse, personalmente o por medio de algún asesor, de las últimas tendencias de la administración gala.
Cuando en noviembre último participó en la Internacional Socialista, De la Rúa se reunió con el presidente Jacques Chirac y con el primer ministro Lionel Jospin.
Este último aprovechó para pedirle reglas más seguras para las inversiones en la Argentina. Y De la Rúa, en la misma sintonía, le contestó con una palabra convertida en promesa: "transparencia".
Por eso, casi nadie se sorprendió cuando el Presidente confesó anteayer, en Olivos, que se inspiró en la carta que Jospin envió a sus ministros para redactar sus propios consejos a los funcionarios argentinos.
"Preparé unas recomendaciones tomando la idea de lo que el primer ministro Jospin hizo con su gabinete en Francia", dijo anteayer ante 147 funcionarios que lo escuchaban en su primera reunión de gabinete ampliada.
Las veinte máximas de De la Rúa, que La Nación publicó ayer, tienen más de una similitud con la "Circular del 6 de junio de 1997 sobre la organización del trabajo gubernamental", que Jospin hizo llegar a sus ministros cuatro días después de haber sido nombrado primer ministro por el presidente Chirac.
Más allá de la anecdótica comparación con "las veinte verdades" que Perón recitó a sus seguidores el 17 de octubre de 1950 (entre las que se cuenta la famosa "para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista"), es evidente que las "veinte recomendaciones" de De la Rúa tienen otra fuente de inspiración.
Conceptos como los de "solidaridad" en el seno del Gobierno, "eficiencia y transparencia" en las medidas oficiales e "idoneidad" para elegir a los colaboradores se repiten en los textos de Jospin y De la Rúa.
"El comportamiento que los franceses exigen a quienes están en la función pública debe darse indiscutiblemente en el plano del rigor moral. Debe conllevar lucidez y generosidad... así como una atención constante a las demandas y necesidades de nuestros conciudadanos", dice Jospin.
Y De la Rúa recomienda: "Observar siempre los principios de honestidad, probidad, rectitud y buena fe" y recordar que "detrás de cada trámite hay una necesidad, un dolor o un derecho" de un ciudadano.
También coinciden en la valorización del "diálogo" de los funcionarios con el resto de la sociedad, la importancia de los temas sociales y del conocimiento del interior del país, la necesidad de cultivar la "discreción" ante los conflictos internos, el deber de responder con rapidez a los requerimientos de información del Congreso y el "respeto por la Constitución".

Dos estilos diferentes

Aunque no faltan las diferencias, especialmente en el tono con que De la Rúa y Jospin se dirigen a sus subalternos. El primer ministro francés usa un estilo distante, casi frío. Y no duda en incluir entre sus consejos un conjunto de recomendaciones puramente formales, como los trámites burocráticos que los ministros deben seguir para preparar un proyecto de ley. "Estas reglas metodológicas pueden parecerles formales. No por eso son menos indispensables para el éxito de la acción de gobierno", concluye Jospin. Luego de eso, sólo su firma.
De la Rúa, en cambio, redactó un mensaje casi intimista, con un tono paternal. Asegura en su carta que sabe "de la capacidad y compromiso de cada uno (de sus funcionarios)", les agradece "el esfuerzo permanente en tan difíciles circunstancias del país" y les pide que trabajen "con sencillez, generosidad, fe y alegría". Finalmente, se despide saludándolos "con todo afecto".
El propio Presidente había anticipado esas diferencias, cuando dijo que sus recomendaciones "no son las mismas (que las de Jospin) sino otras, adecuadas a nuestras circunstancias". Así es que en la versión argentina aparece la necesidad de "guardar la máxima austeridad en el manejo presupuestario y patrimonial del Estado, contener el gasto" y de "ser implacables contra la corrupción, denunciar judicialmente previa verificación de los hechos". Por algo será. .
Gabriela Litre 
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Estilos de gobierno y normas de ética

La máxima 19: viajar por el país

Por Germán Sopeña
De la Redacción de La Nación
De las 20 máximas de Fernando de la Rúa hay una que se destaca particularmente: la 19, que indica a sus funcionarios que viajen por el país.
No es una invitación al turismo nacional, sino un llamado a conocer más de cerca las necesidades reales de la inmensa geografía argentina.
Y podría decirse que para redondear mejor la sugerencia, quizás el Presidente debería haber agregado un dato de importancia: viajen, pero no en avión, sino en auto, en ómnibus y hasta en tren, allí donde aún circulan vagones de pasajeros.
Esa forma de ver el país desde la superficie puede permitir la observación de evidencias como las siguientes:
  • Es muy caro viajar por el país porque el combustible cuesta una fortuna debido a los impuestos. Si uno cruza la frontera a Chile por Mendoza, se encontrará a pocos kilómetros una estación de YPF en la ciudad de Los Andes, Chile, donde el litro de nafta cuesta la mitad, pese a que Chile no tiene petróleo e importa combustible de la Argentina. Allí, cualquier funcionario podrá advertir, como lo hacen los automovilistas comunes, el peso de los impuestos en la Argentina.
  • Es muy caro el peaje en la Argentina. Y en muchas de las rutas donde se lo cobra -no en todas- sólo se han mejorado el pavimento y la señalización, pero no el problema crucial del ancho de la calzada, causa número uno de accidentes.
  • Allí donde no hay peaje, las rutas suelen estar llenas de pozos donde uno deja pedazos de suspensión o cubiertas que suelen costar más que el peaje.
  • Muchas localidades del interior sufren aún el aislamiento de no tener caminos pavimentados, a lo que se agrega la desaparición del ferrocarril, cuyas vías desiertas se cruzan por todas partes y permiten recordar con angustia los tiempos de auge de ese medio que hizo progresar al país.
  • También pueden apreciarse los innumerables problemas ecológicos, desde basureros al aire libre, ríos contaminados o fábricas al límite de la legislación, además de la desaprensión generalizada de muchos ciudadanos para quienes la limpieza termina en su entorno inmediato.
  • Cualquier ministro o secretario de Estado podrá advertir hasta qué punto es grave el problema de los asentamientos ilegales en la Argentina, que florecen en grandes o pequeñas ciudades de todo el país, de Rosario a Bariloche o de Trelew a Jujuy, augurando un permanente agravamiento de los problemas sociales y de criminalidad que derivan de esa marginación moralmente inaceptable.
  • Viajando por el país pueden verse fábricas cerradas, como las industrias agromecánicas de Santa Fe, fábricas ficticias como las que quedaron de la corrompida y corruptora promoción industrial de ciertas provincias, sobreabundancia de empleo público y "abundancia de escasez" -como decía Atahualpa Yupanqui- en demasiadas regiones del país con potencial para producir y vivir dignamente.
  • Puede apreciarse con claridad que la Argentina es un país donde hay que plantar millones de árboles y sólo lo hacen unos pocos pobladores que aún parecen ejemplos aislados.
  • Y hasta puede advertirse que no sólo hacen falta grandes obras de infraestructura en el país, sino que también hay que pensar en el mantenimiento y el embellecimiento de lo existente. Vale la pena recordar que en Francia hasta existe un ministerio especial dedicado al "Mantenimiento (Amenagement) del Territorio".
Pero no hay que dar malas ideas. No se trata de crear nuevos ministerios. Con los que existen ya puede hacerse mucho si realmente se atacan los problemas que surgen a la vista al recorrer el país.
Ese sería el mejor resultado imaginable para la oportuna máxima 19 del Presidente. .
 
 

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