miércoles, 27 de mayo de 2015

BRASIL´- ARGENTINA. 2013. La integración de Argentina y Brasil atraviesa una crisis de oportunidad

La integración de Argentina y Brasil atraviesa una crisis de oportunidad

Diario "Clarín". iECO Buenos Aires, 11 de agosto de 2013.

LECTURAS SOBRE LA ECONOMIA REGIONALLa última década ha sido la mejor en un siglo para los dos países. Pero no ha habido verdadero desarrollo.

  • Jorge Castro

La cuestión que se presenta a Brasil y la Argentina, cuyos destinos están indisolublemente vinculados en la segunda década del siglo XXI, es cómo insertarse competitivamente en un mundo que experimenta una de las grandes mutaciones de su historia, cuando el eje del proceso de acumulación ha pasado irreversiblemente de los países avanzados a los emergentes, de EE.UU. a China.
Por eso la crisis que experimentan ambos países es una crisis de oportunidad, en la que el peor daño que sufren es lo que dejan de ganar. El problema no es el “daño emergente”, sino el “lucro cesante”.
Lo primero que hay que advertir es que la producción agroalimentaria argentina ha modificado su naturaleza en los últimos 20 años. Esta actividad se “desruralizó” y se incorporó, con vigorosos eslabonamientos hacia atrás y hacia adelante, a las cadenas industriales más competitivas de la manufactura argentina, con la mediación del sector de maquinaria agrícola.
“El sector agrícola –dice el informe de la UIA– ha modificado su estructura y plantea un modelo de organización productiva basado en una red de agentes que retroalimenta un circuito de innovación. Particularmente para el caso de la Argentina (ha adquirido) la forma de organización de la ‘producción biológica controlada’, donde se presenta un paquete tecnológico de siembra directa y semillas transgénicas, y se amplía el conjunto de agentes económicos involucrados en la producción, así como también se rebalancea el poder en los procesos de generación y captación de rentas”.
Agrega Bernardo Kosacoff: “Después de muchos años de estancamiento, la producción de recursos naturales y de insumos agropecuarios ha aumentado notablemente en ambos países, y lo ha hecho en una forma absolutamente sorprendente, muy distinta del pasado. Creció con innovación, con integración en cadenas y redes, con fuerte participación de la industria y los servicios; y todo ello basado en una fuerte generación de conocimientos (…). El punto de partida que tenemos en términos de dotación de recursos naturales es realmente muy distinto al que teníamos en el pasado”.
Marco Aurelio García precisa respecto a la situación brasileña: “No hay tal cosa –señala– como una ‘reprimarización’ de las economías de Sudamérica (…). Nuestra producción agrícola no tiene nada que ver con la vieja agricultura primaria exportadora del período colonial o inmediatamente postcolonial. Tenemos una agricultura sofisticada, impensable sin los aportes de la ciencia y la tecnología”.
Así, la producción agroalimentaria, en primer lugar en la Argentina, ha dejado de ser un enclave de alto nivel de productividad volcado a las exportaciones, pero aislado del resto de la estructura productiva, y se ha convertido, junto con la industria automotriz y la producción metalúrgica exportadora, en el núcleo industrial más competitivo e innovador del país.
Por eso ha quedado atrás, como un completo anacronismo, el dilema campo o industria. El primero se ha convertido en parte del segundo, y en su dimensión más avanzada. La cuestión que enfrentan Brasil y la Argentina consiste ahora en saber qué es el mundo de hoy, ¿cuál es la realidad que nos toca vivir?
El lenguaje de la nueva fase de la acumulación capitalista es exclusivamente el de la productividad. La actividad, región o país que pierda, o simplemente se retrase, en esta carrera mundial, pierde relevancia primero y tiende a desaparecer después, a salir del mercado.
De ahí que el riesgo de “reprimarización” que enfrentan los países sudamericanos no se deba al auge de la producción agrícola de punta, sino al escaso nivel de alza de la productividad de sus economías.
Esto sucede cuando los términos de intercambio de los países de América del Sur son los mejores de su historia, lo que acentúa el carácter negativo de su escasa productividad, al tornar más baratos, y por lo tanto más competitivos, a los competidores extranjeros, incluso en el mercado interno de productos manufacturados.
Esto hace que el retraso de productividad adquiera un carácter compuesto y que el resultado sea una letal tendencia a la “reprimarización”.
Esta es la diferencia central entre los países de América del Sur y los asiáticos. Los primeros no han cumplido en los últimos 10 años con el proceso de convergencia estructural (aumento de la productividad + auge del PBI per cápita) que ha caracterizado a los segundos.
De ahí que se pueda constatar que los primeros 10 años del siglo han sido los mejores de América del Sur en los últimos 100 años, en materia de crecimiento económico. Pero no ha habido en este período verdadero desarrollo, en el sentido convergente y estructural del término.
El déficit de la balanza industrial de América del Sur ascendió a US$233.000 millones en 2012, y en la Argentina alcanzó a US$32.000 millones.
Esto explica la admonición de Dilma Rousseff en el congreso de la UIA: “Queremos y debemos reproducir en la industria y en el sector servicios de nuestras economías, la exitosa experiencia que hizo de Brasil y la Argentina (grandes) potencias agropecuarias, productoras de alimentos y de agroenergía.” ¿Cómo realizaron los dos países esta hazaña estructural?
“Agregando –dice la mandataria brasileña– a sus condiciones naturales, la eficiencia en el trabajo, los descubrimientos de la ciencia, la innovación de la tecnología, y las oportunidades que ofrecen la educación de calidad y la formación profesional (…). Si pudimos hacer todo eso con las áreas agrícolas, también podemos hacerlo con nuestras industrias”.
La cuestión ahora es discutir en conjunto, Brasil y la Argentina, una estrategia común de crecimiento sostenido, ante todo de tipo manufacturero, en las condiciones de la economía global del siglo XXI.
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iECO Diario "Clarín". Buenos Aires, 13 de octubre de 2013.

Las razones económicas de las peleas con Brasil

La Argentina aumentó sus compras al vecino y, por el contrario, Brasil redujo sus importaciones desde el país. Pero las dos naciones necesitan con urgencia disponer de más dólares.

  • Ismael Bermúdez

Tanto la Argentina como Brasil necesitan aumentar sus exportaciones para reforzar sus respectivas balanzas comerciales. Claro que una de las consecuencias de esta necesidad son los roces que generan entre los dos socios del Mercosur.
La Argentina precisa exportar más porque el superávit comercial se está achicando y no tiene otra fuente de divisas que las que surgen del comercio exterior. Y Brasil, porque su balanza comercial pasó a ser negativa y hay una incipiente salida de capitales. En ambos países, en especial tanto el agro como la industria sostienen que el tipo de cambio está atrasado y hay presiones devaluatorias muy fuertes.
Por ejemplo, en Brasil se prevé que este año la cuenta corriente de la balanza de pagos –que registra la entrada y salida de divisas por el comercio exterior y los servicios financieros– podría alcanzar un déficit de unos US$75.000 millones. Este saldo negativo se debería al déficit en la balanza comercial, los pagos de intereses y el giro de utilidades a las casas matrices y los cada vez mayores gastos de los turistas brasileños en el exterior En comercio exterior, mientras que las exportaciones en los nueve primeros meses del año se redujeron en un 1,63 %, las importaciones crecieron un 8,7%. El deterioro, según la interpretación oficial, fue consecuencia de la caída de la demanda de productos brasileños por parte de los países más desarrollados debido a la crisis financiera internacional.
En cambio Brasil pudo exportar, en septiembre, hacia la Argentina un 29,4% más, mientras adquirió un 12,2% menos. De ese modo se agravó el déficit comercial argentino con Brasil –subió un 379% en septiembre–, lo que encendió aquí luces amarillas, aunque se descuenta que las mayores ventas brasileñas –que arrancaron desde junio pasado– se debieron también a una flexibilización de las trabas argentinas a raíz de fuertes reclamos del Gobierno y empresarios brasileños.
Las menores ventas argentinas se deben a que Brasil está creciendo menos, y eso se manifiesta, por ejemplo, en que necesita importar menos autos desde la Argentina. Ahora, el Banco Central brasileño elevó la tasa de interés –para aplacar la inflación– pero eso puede frenar aún más el consumo.
Frenos bilaterales Más allá de la coyuntura, desde 2011, por las restricciones argentinas a las importaciones, la relación con Brasil se fue deteriorando, con frenos recíprocos al ingreso de mercaderías en ambos lados de la frontera. A eso se sumó un freno de la inversión brasileña en el país por los desequilibrios cambiarios, como se manifestó en el retiro de la inversión de Vale do Rio Doce en una mina de potasio en Mendoza.
Por su parte, las importaciones desde Brasil están creciendo porque en los últimos meses hubo en la Argentina una recuperación de ciertos sectores de la actividad. La experiencia indica que la Argentina logra tener superávit comercial bilateral cuando se desacelera la actividad o entra en recesión. Eso pasó a lo largo de 2012 y en los comienzos de 2013. Y viceversa: la Argentina no puede crecer sin un incremento de las importaciones de insumos y bienes, y Brasil juega un rol clave en abastecer al mercado argentino. Por eso ahora se agranda el déficit bilateral.
Dante Sica, de la consultora abeceb, dice que las “rispideces avanzaron desde el año pasado por la necesidad de la Argentina de sostener el superávit comercial como única herramienta de generación genuina de divisas, lo que se llevó a cabo a través de una medida unilateral y de aplicación discrecional como las declaraciones juradas anticipadas de importación”.
Esas restricciones afectaron varios rubros donde Brasil es uno de los principales proveedores. Sica agregó que “las posiciones se endurecieron en especial porque las menores importaciones desde Brasil muchas veces no se vieron compensadas por una mayor producción local, sino por un crecimiento simultáneo de productos de otros orígenes, en especial de China”.
Por otro lado, las negociaciones para fijar un nuevo acuerdo automotor están retrasadas Así las cosas, la relación bilateral y el propio Mercosur –más aún con el conflicto con Uruguay– no atraviesan el mejor momento, sin perspectivas de una mejoría por los choques que originan los mutuos desequilibrios macroeconómicos.

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