jueves, 28 de mayo de 2015

CRISTINA 2013. "El kirchnerismo no tiene el arraigo emotivo del peronismo en los sectores populares" Ezequiel Adamovsky



Entrevista

Ezequiel Adamovsky: "El kirchnerismo no tiene el arraigo emotivo del peronismo en los sectores populares"

El historiador señala el discurso ambiguo del Gobierno hacia la clase media y advierte que las políticas oficiales no generan apoyo incondicional entre los más pobres
Por   | LA NACION
Pocos países, como la Argentina, pueden mostrar a la vez una identidad de clase media a la que quieren pertenecer los de arriba y los de abajo, y un extendido discurso de desprecio hacia ella, que la critica por consumista, insensible y hasta "golpista". Quizá por eso, en la Argentina, el gobierno kirchnerista puede a la vez criticar a la clase media por "destituyente" cuando llena las calles en protesta y tratar de conquistarla con políticas progresistas.
Ese retrato de la ambigüedad argentina ayuda a construir el historiador Ezequiel Adamovsky, investigador del Conicet y autor de Historia de la clase media argentina (Planeta) y el segundo volumen de la Historia de las clases populares en la Argentina (Sudamericana), dos ambiciosos retratos políticos y sociales que en conjunto muestran muchas de las tensiones que vertebran al país y tratan de desmitificar nociones de sentido común sobre quiénes y cómo somos.
Contra varias de esas ideas extendidas de sociología rápida se expresa ahora Adamovsky en diálogo con la nacion, al discutir que la clase media en bloque sea antikirchnerista -"Una porción muy grande de esos sectores apoya al Gobierno" -, o que las clases bajas tengan una adhesión completa al kirchnerismo: "El kirchnerismo tiene allí un arraigo importante, pero desde el punto de vista emotivo o sentimental no es el arraigo que ha tenido el peronismo en otras épocas, es decir, puede dar lugar a enojo u oposición en la medida en que los resultados no se sigan viendo", afirma.
-Cuando la Presidenta dice que los saqueos de hace un mes en Bariloche, Rosario y el conurbano son una versión desmejorada de los de 1989 y 2001, ¿qué te parece mirando aquellos escenarios?
-Según la información que hay hasta ahora, y viendo la serie que se abre en 1989, se puede decir que los saqueos se convirtieron en un elemento más del repertorio de formas de lucha de los sectores populares, que se utiliza de manera más visible en 1989 y en 2001 como reacción defensiva ante no tener qué comer, pero que también ya en 2001 se usó como amenaza, como forma de presión. Los saqueos han pasado a ser una de las formas posibles de acción de los sectores populares. En ese sentido, no necesariamente una situación de hambre como en 1989 o 2001 va a disparar un saqueo, sino que también pueden ser utilizados para reclamar mejoras no tan inmediatas.
-La crisis de 2001 se señala frecuentemente como un momento de encuentro entre las demandas de sectores populares y sectores medios. ¿Qué pasó con esa vinculación después de 2001?
-Hay un discurso que acepta tanto el Gobierno como la oposición, y que no me parece que describa bien la realidad, que dice que se acabó ese horizonte de reencuentro político entre clase media y sectores populares. Creo que, políticamente hablando, todavía estamos en el escenario que abrió la rebelión de 2001. Miro esto con ojos de historiador, miro los largos plazos, y creo que 2001 va a marcar el escenario político de maneras subterráneas y menos visibles por bastante tiempo más.
-¿En qué se ve?
-La crisis política de la que fue parte 2001 en verdad todavía no se cerró. Esa crisis generó un cimbronazo que obligó a realineamientos políticos que no están claramente solidificados. No está claro, por ejemplo, si el peronismo se va a cristalizar en lo que el Gobierno aspira a que sea o si va a ser lo que otras partes del peronismo quieren que sea. Puede haber efectos inesperados de lo que fue 2001.
-Es un ciclo todavía abierto.
-Sí, y parte de ese carácter abierto es que el tipo de solidaridades políticas entre sectores medios y bajos, a pesar de que hoy parece todo lo contrario, siguen estando allí. Parece lo contrario porque hay una tendencia rápida a decir que la clase media salió con las cacerolas y la clase baja está con el Gobierno, pero ninguna de esas dos cosas son realmente así o agotan el escenario. La que salió en los cacerolazos no es "la" clase media, es en todo caso una parte de los sectores medios, pero hay otra parte que está apoyando al Gobierno y es muy numerosa. En las clases bajas el kirchnerismo tiene un arraigo importante, pero desde el punto de vista emotivo o sentimental no es el arraigo que ha tenido el peronismo en otras épocas, es decir, puede dar lugar a enojo u oposición en la medida en que los resultados no se sigan viendo. Por otro lado, desde los 90 hay un montón de fuerzas políticas que no son kirchneristas, y que tienen implantación en los sectores populares. Son muy minoritarias, pero existen. El peronismo no tiene el monopolio de la representación popular, como lo tuvo 40 años atrás.
-¿Qué tenía el peronismo que logró ese monopolio?
-Ese monopolio de la representación popular tiene que ver con la experiencia concreta del período que se abre en el 45, continuada por una especie de revancha social que implica la proscripción del peronismo durante muchos años, y como reacción a eso, una tozuda reivindicación de la herencia peronista por parte de las clases populares como modo de defensa. Ese escenario se rompe en los años 90 cuando el peronismo pasa a significar una cosa totalmente distinta. De la mano del peronismo empiezan a ingresar por primera vez las medidas que propone la elite. El peronismo sigue siendo hoy la identidad principal de las clases populares, pero cambió el sentido de lo que significa ser peronista en esos sectores.
-¿En qué cambió?
-El peronismo como identidad siempre tuvo un fuerte componente plebeyo, iconoclasta, de rebelión contra el poderoso y, al mismo tiempo, ya desde la época de Perón contenía el sentido de ser un movimiento que ayuda a los pobres. Antes de los 90, el componente de oposición al poderoso era más fuerte, y el componente asistencialista era complementario. En los 90 cambió esa relación: el componente de oposición desapareció o se hizo menos visible y lo central de la identidad peronista pasó a ser la ayuda a los pobres, sin buscar en el mundo de los ricos a los responsables de esa pobreza. Hoy desde los discursos públicos vuelve a estar planteado el antagonismo, pero habría que ver cómo se recibe en los sectores populares.
-¿Qué relación tiene el kirchnerismo con las clases populares?
-Hay intervenciones que han tratado de revertir algunos de los peores efectos de los años 90, y en algunos campos hay logros reales en ese sentido, como una mejora sustancial en la distribución del ingreso y en algunos indicadores de bienestar social. Me da la impresión de que esas mejoras han sido desigualmente aprovechadas: los trabajadores en blanco están claramente mucho mejor que los en negro, que siguen siendo muchos. Hay un horizonte más diferenciado que en los 90, con grupos que están visiblemente mejor, y otros donde me da la impresión de que no hay diferencias tan evidentes.
-Decís que toda la Argentina está atravesada por una identidad de clase media. ¿Por qué?
-Una aclaración antes: no creo que la clase media sea una clase, que exista como tal. Cuando hablo de identidad de clase media me refiero a una serie de elementos identitarios muy variados, de estatus económico, culturales, raciales, la asociación con determinada forma de concebir la Argentina. No todas las personas que se identifican como de clase media comparten la totalidad de esos elementos. Es una identidad muy expansiva: hoy todas las encuestas de autopercepción marcan que hay una porción enorme de la población que se identifica como clase media, mucho mayor que lo que un sociólogo determinaría con criterios objetivos. La Argentina está atravesada por una identidad de clase media porque muchos de los criterios de aceptabilidad, normalidad y decencia están asociados a ser de clase media y no hay en este momento otra identidad capaz de disputar esos sentidos. La identidad trabajadora, durante mucho tiempo, tuvo una fuerza que podía disputar quién es el verdaderamente normal y decente en la sociedad.
-¿En qué momento se dio eso?
-Hasta el inicio de la última dictadura había un movimiento social, político y cultural poderosísimo que situaba al trabajador como la esperanza de la nación. La dictadura destruyó ese movimiento y además se abrió un escenario internacional con la caída de la URSS, que marcó un alejamiento respecto de ese tipo de formas de ver el futuro. Ése es el momento en el que decisivamente la identidad de clase media creció a expensas del orgullo trabajador, de clase baja. Es difícil que eso se revierta, más allá de los cambios más recientes, en la medida en que las identidades de las personas ya cada vez menos pasan por el trabajo como nudo de la identidad personal.
-Se critica desde el Gobierno a la clase media por haberse pasado "a la derecha", sobre todo en la ciudad con el voto a Macri.
-Me parece que no es representativo de lo que está pasando con las personas concretas de sectores medios, en los que hay una porción muy grande que apoya al Gobierno. En el análisis del voto se ve que el kirchnerismo arrastra votos de sectores medios. Es cierto que en el escenario de polarización que se abrió, el antikirchnerismo arraiga mayormente entre grupos que no son de clase baja, pero eso no es lo mismo que decir que la clase media en bloque se derechizó o apoya a la oposición.
-De todos modos, históricamente hay una mirada peyorativa hacia la clase media.
-Ésta es una característica muy peculiar de la Argentina, que no existe con esa intensidad en otros países de la región. Es algo que viene de la década del 50, con el derrocamiento de Perón, cuando ese discurso describía algo cercano a la realidad, porque el corte de clase entre quien apoyaba y quien estaba en contra de Perón era bastante nítido. Pero fuera de ese contexto es una generalización abusiva. En la Argentina ese discurso de desprecio a la clase media tiene una potencia enorme. Dudo que exista otro país en el que un presidente que aspira a mantenerse en el cargo y eventualmente a ser reelecto pueda manifestarse públicamente en contra de la clase media. Que en la Argentina haya políticos que pueden hacer eso no indica tanto una falta de visión de los políticos como que en la clase media hay mucha gente que comparte ese discurso. Entre ese público, esas afirmaciones no hacen perder votos, sino probablemente lo contrario.
-Néstor Kirchner tuvo una actitud distinta hacia la clase media.
-Sí, en sus discursos de campaña en 2003 y en los primeros años de su presidencia tuvo una cantidad innumerable de manifestaciones positivas sobre la clase media. Eso se revirtió luego con ambivalencias. Por un lado, desde 2008 reapareció ese discurso de denigración de la clase media, a partir del conflicto con las entidades rurales, pero desde entonces convive en el Gobierno con un discurso elogioso. Es un discurso ambivalente sobre la clase media.
-Señalaste que, a pesar de esta identidad de clase media que atraviesa el país, no ha habido partidos políticos o sindicatos que se hayan presentado públicamente como representantes de la clase media. ¿Por qué?
-No tiene por qué ser así, para empezar. En la Argentina eso no sucedió por dos razones. Desde comienzos del siglo XX hay una identidad política popular muy poderosa, según la cual lo políticamente progresivo y democrático pasa por estar en asociación con lo popular, entendido como lo de condición social baja, con lo cual cualquier indicación pública de que uno está con otro grupo social corre el riesgo de ser leída como que uno no está con la clase baja, y eso hace perder votos en la Argentina. Otro motivo es la sospecha de que, como la clase media está asociada al antiperonismo desde los 50, invocarla públicamente ofende inmediatamente a los votantes peronistas. Por eso los que más cómodos estuvieron con convocar públicamente a la clase media y ocuparse de ella han sido peronistas, porque son los únicos que no necesitan demostrar su cercanía con los sectores populares.
-¿Qué pensás del uso del pasado que hace el kirchnerismo?
- No hay país donde no se utilice el pasado con fines políticos; no hay nada malo en eso, es parte de la construcción de la memoria colectiva. Pero el kirchnerismo reflotó un debate en los términos en que se planteaba hace cuarenta años. Sin dudas el liberalismo sigue ocupando un lugar dominante en la academia, pero hoy también hay otras miradas que el revisionismo oficial ignora. Por otra parte, el recorte binario que el viejo revisionismo proponía formaba parte de visiones políticas antiimperialistas, incluso socialistas. El uso actual parece más bien instrumental. Los antagonismos que el revisionismo invita a imaginar en el pasado no tienen correlato en combates igualmente profundos en el presente..

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