miércoles, 10 de junio de 2015

ARGENTINA 2013 Un golpe de timón en la política exterior

Un golpe de timón en la política exterior

COLUMNISTA INVITADO. LOS DIEZ AÑOS DE GOBIERNO KIRCHNERISTA DEJAN EL SALDO DE UN PAÍS AISLADO INTERNACIONALMENTE Y CON CONFLICTOS TAN SORPRENDENTES COMO IRRESUELTOS.
  • Felipe De La Balze. ECONOMISTA Y NEGOCIADOR INTERNACIONAL

La Argentina está cada día más aislada del mundo. El gobierno que asuma en el 2015 deberá introducir profundas modificaciones en la política exterior para corregir los graves desaciertos de los últimos años.
Toda política exterior es vulnerable a los efectos de una crisis interna de gran envergadura, como la que vivió la Argentina entre los años 2001 y 2003. Las repercusiones internacionales más gravosas de la crisis fueron el quebranto del crédito público y el profundo deterioro en la relación con las principales naciones europeas, que vieron malogradas sus inversiones en el país.
Desafortunadamente, la política exterior de los últimos años no supo remediar estos dos severos reveses.
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Tampoco fue capaz de crear un clima de renovada confianza con los Estados Unidos ni supo articular con Brasil una política que destrabe el ya perenne estancamiento del Mercosur.
Después de 10 años de negociaciones, el país sigue en default y aún no recuperó el acceso a los mercados voluntarios de deuda, lo que encarece la inversión pública y privada de largo plazo.
Los niveles de endeudamiento se redujeron sustancialmente gracias a la renegociación de la deuda instrumentada en el 2005. Pero la prima de riesgo país (el costo de endeudarse) –que es la verdadera medida del acceso al crédito- se mantuvo en niveles altísimos, tres veces más altos que los de Brasil, Chile o México.
Los intentos actuales por restablecer el crédito público externo llegan tarde y no son fruto de un convencimiento sino de una creciente debilidad en materia fiscal y un enflaquecimiento de la posición de reservas del Banco Central.
De todas formas, renegociar las deudas impagas con los bancos oficiales (Club de París), satisfacer los requerimientos del FMI de que nuestro país publique estadísticas confiables, aceptar responsabilidades respecto a los juicios perdidos en el CIADI y postergar hasta el 2015 las decisiones de la justicia norteamericana respecto a los bonistas impagos (los holdouts), son pasos positivos en el proceso de volver a integrar nuestro país al mundo.
En materia de comercio internacional, a pesar de las favorables circunstancias internacionales que enfrentamos, no hemos diversificado el patrón de exportaciones.
Exportamos los mismos productos que vendíamos en el año 2000.
A China le vendemos casi con exclusividad soja y sus derivados. Las restricciones discrecionales aplicadas por la Secretaria de Comercio a las importaciones suscitaron conflictos y numerosas acciones legales en contra de nuestro país ante la Organización Mundial del Comercio.
Además, perdimos mercados importantes.
Pasamos de ser el tercer exportador mundial de carnes a exportar menos que el Uruguay. En el 2010, perdimos el acceso al sistema de preferencias generalizadas en el mercado norteamericano que favorecía a nuestras exportaciones regionales. Ahora, después de transformarnos en pocos años en líder mundial en la exportación de biodiesel, los europeos nos han cerrado su mercado.
En materia de inversión extranjera la r ecurrente inestabilidad en las reglas del juego redujo el flujo de inversiones extranjeras productivas en el país.
En el año 2012, Argentina recibió nuevas inversiones extranjeras directas (sin tomar en cuenta la reinversión de utilidades) por sólo US$ 4.000 millones, mientras que Brasil recibió US$ 65.000 millones y Chile US$ 30.000 millones.
El estilo de conducción que el Gobierno practica en la política interna se proyectó al escenario internacional con una agenda cambiante, reactiva y a menudo poco respetuosa de las formas diplomáticas establecidas.
La primacía de la política interna sobre la externa dejó secuelas graves sobre la posición internacional del país. Además, una pobre gestión de los conflictos debilitó nuestro accionar internacional en prácticamente todas las áreas. La reputación del país en el mundo declinó mucho durante los últimos diez años.
No creo que la diplomacia norteamericana haya olvidado el escándalo internacional que ocurrió en la reunión de Mar del Plata cuando se discutió el futuro del ALCA. Tampoco creo que haya caído en el olvido la escena de nuestro canciller abordando un avión militar norteamericano para confiscar equipos de comunicaciones y claves secretas.
Tampoco creo que los uruguayos hayan olvidado el prolongado bloqueo al principal puente internacional entre nuestros dos países, ni los chilenos el anuncio intempestivo de los recortes de gas natural a Chile durante el invierno del año 2005.
En el caso de Uruguay, la sucesión de conflictos es realmente sorprendente puesto que se trata de dos gobiernos con fuertes afinidades ideológicas.
La politiquería y el amiguismo invadieron el aparato burocrático de la Cancillería.
Se desplazó o eliminó a experimentados funcionarios de carrera, nombrando a militantes sin experiencia en puestos claves. Se llenó la cancillería con personal contratado socavando el rol de la diplomacia profesional en numerosas decisiones, contribuyendo así a desmoralizar al cuerpo diplomático, una de las pocas áreas donde nuestro Estado fue capaz de generar una estructura burocrática profesional durante las últimas décadas.
El Instituto del Servicio Exterior de la Nación, uno de los pocos centros de entrenamiento de excelencia creado por el Estado durante los últimos 50 años, sufre hoy un grave deterioro en su organización, en su plantel de profesores y en la calidad del entrenamiento que imparte.
Los períodos, como el actual, donde ocurren grandes mutaciones en el orden mundial, representan a la vez una gran oportunidad y un desafío.
Al Gobierno le costó interpretar las nuevas tendencias internacionales y no supo aprovechar las oportunidades que ofrecía el escenario para mejorar la situación de nuestro país en el mundo.
La preeminencia de consideraciones de corto plazo postergó la reflexión profunda y el país no tuvo ni tiene una estrategia clara y articulada -mucho menos consensuada- en materia de alianzas, relaciones económicas preferenciales y tácticas diplomáticas.

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