lunes, 22 de junio de 2015

VATICANO - ARGENTINA. Cristina llegó a Roma con una comitiva más acotada para reunirse con el Papa


Vaticano

Cristina llegó a Roma con una comitiva más acotada para reunirse con el Papa


ROMA.- Consciente, tal vez, de que el protocolo del Vaticano impondrá esta vez sus rigurosas normas para evitar sorpresivos desbordes, la presidenta Cristina Kirchner llegó ayer a esta ciudad con una ajustada delegación.
Arribó en el Tango 01 con el canciller, Héctor Timerman, y el vocero presidencial, Alfredo Scoccimarro, en contraste con la bulliciosa representación de La Cámpora que la acompañó en su último encuentro con el papa Francisco, en septiembre del año pasado.
Pero, de un modo más limitado, la organización kirchnerista se hizo notar. Sin tanto ruido, una bandera de La Cámpora, sostenida por vecinos identificados con la comuna porteña 6, del barrio de Caballito, le dio la bienvenida a Cristina Kirchner en el hotel Eden, cerca de Plaza España, donde suele alojarse cada vez que pisa territorio romano.
En el aeropuerto Ciampino la habían recibido, pasadas las 15, cuando la temperatura superaba los 30 grados, el sacerdote argentino Guillermo Karcher y personal de ceremonial del Vaticano, además del embajador ante la Santa Sede, Eduardo Valdés; el ex hombre fuerte de la Secretaría de Comercio y hoy agregado comercial en Italia, Guillermo Moreno; el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, y monseñor Luigi Canalini, de la Secretaría de Estado.
Este último fue el encargado de hablar de la audiencia que la Presidenta mantendrá mañana con el Papa, en un salón anexo al Aula Pablo VI, al que definió en el marco de "un encuentro ameno y formal a agenda abierta".
Una vez que pasó el umbral de la recepción, Cristina subió a su suite y no se dejó ver.
Para hoy se espera la visita de un viejo amigo en el hotel: el ex presidente de Brasil Lula da Silva. Ambos, igual que los mandatarios de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Chile, Michelle Bachelet, serán oradores en las distintas jornadas de la 39» Conferencia de la FAO, dedicada al problema mundial de la alimentación y el hambre.
Cristina Kirchner hablará el lunes y luego tendrá un almuerzo con el presidente de Italia, Sergio Mattarella.
La mandataria verá a Francisco luego de que se frustró en enero de este año, por su fractura en el tobillo, la visita conjunta que iba a realizar con Bachelet al Vaticano, para conmemorar los 35 años de la paz entre ambos países, lograda por la mediación de Juan Pablo II.
El papa argentino, que en su decidida avanzada a favor del diálogo y la concordia emprenderá hoy un viaje durante el día a Sarajevo, recibió ayer a la líder de la Concertación y le anticipó que el año próximo visitará Chile, la Argentina y Uruguay, el mismo recorrido que en 1987 hizo el papa polaco (ver página 10). Una señal de que su corazón late al son de los problemas de América latina.
Fuentes de la Iglesia estimaban en las últimas horas que la decisión de recibir a tres presidentes de la región en 48 horas -Bachelet ayer, Maduro y Cristina Kirchner, mañana- no es fruto de la casualidad. Dentro de un mes el propio Francisco visitará Ecuador, Bolivia y Paraguay, y es sabido que está muy bien informado de lo que acontece en la región.
Incluso, en un plano más local, es consciente de que la Presidenta lo visitará dos semanas antes de que cierren las nóminas de candidatos para las elecciones presidenciales de octubre. Versiones hay para todo y algunas atribuyen a Cristina la intención de someter sus preferencias en las listas a la mirada del Pontífice.
"Es una visita de cortesía, sin agenda ni temas preestablecidos. Lo que se converse dependerá de lo que la Presidenta exponga en el momento. Francisco no suele plantear cosas a un mandatario visitante si no es a partir de lo que diga el otro", confió a LA NACION un obispo argentino que sigue con interés la evolución de la relación política entre la Iglesia y el Gobierno.
Al respecto, en un reciente encuentro, obispos de varias diócesis bonaerenses le transmitieron al gobernador y candidato presidencial Daniel Scioli la idea de que la Iglesia vería con agrado que los partidos políticos, cualquiera sea su orientación, no incluyeran en las listas a "gente que esté rozada por denuncias o escándalos"..

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