domingo, 26 de julio de 2015

DICTADURA La incorrección política de Mirtha Legrand

Manuscrito

La incorrección política de Mirtha Legrand

Por   | LA NACION
Que Aníbal Fernández te acuse de haber perdido los frenos inhibitorios es señal de que tan equivocado no estás. ¿Qué sabe el jefe de Gabinete y precandidato a gobernador de Buenos Aires de frenos inhibitorios? Si alguna vez los tuvo, los perdió. Verdadero sicario del discurso, embiste contra lo que venga, empezando por la verdad. Algo parecido pasa cuando Carlos Kunkel te acusa de "hipócrita" (dejemos de lado lo de "despreciable", término más infeliz todavía). Hay palabras ante las que ciertas personas, por vergüenza, deberían abstenerse.
Mucho revuelo provocó Mirtha Legrand cuando, el fin de semana, calificó al gobierno de Cristina Kirchner de dictadura. La reacción del oficialismo era previsible. Pero desde otros sectores la miraron raro, como si de pronto fuera la mancha venenosa. A mí me gustaría reivindicar sus palabras en lo que tienen de valientes. Y, al mismo tiempo, cuestionar toda comparación automática de esta calificación con los horrores de la última dictadura militar. Nadie podría adjudicarle semejante intención a Mirtha, que se limitó a describir lo que ocurre hoy. Si sus palabras hirieron alguna sensibilidad, cosa comprensible, lo que habría que hacer en todo caso es llamar de otro modo al régimen asesino de Videla, Massera y compañía. El peso del pasado no debería impedirnos ver el presente.
La incorrección política de Mirtha Legrand me parece un necesario soplo de aire fresco. El kirchnerismo sacó gran partido de la corrección política de nuestra sociedad. La hubo en muchos de los legisladores de la oposición que, al calor de su buena conciencia ideológica, regalaron leyes que la Presidenta quería para acrecentar su caja, su poder y su capacidad de daño. El discurso oficial de izquierda también embaucó a la prensa durante demasiado tiempo. Si ciertas cosas se hubieran dicho antes, el Gobierno no habría llegado tan lejos en sus abusos. Muchos conceptos y denuncias de Elisa Carrió desestimados al principio como disparates se impusieron después, ante la acumulación de evidencias. La corrección política fue un velo que le permitió al kirchnerismo llevar la delantera e ir siempre por más.
Pero ¿qué tan grave fue lo que dijo Mirtha? En síntesis, después de afirmar que el país vive una dictadura, la señora dijo que la Presidenta es "caprichosa, autoritaria y dictadora", y sentenció, a modo de ejemplo, que "sacar jueces y poner jueces porque se les viene encima la noche es absolutamente anormal".
Según el diccionario de María Moliner, "dictadura" es el régimen político en el que gobierna un dictador. La definición de "dictador" está en la entrada anterior: "Gobernante que asume todo el poder, sin ser él mismo responsable ante nadie". Y en otra acepción: "Persona que abusa de su autoridad o es inflexible en el trato con los demás".
Todo parecido con el presente no es pura coincidencia. Que la Presidenta ha asumido todo el poder de este gobierno es algo que ya nadie discute, ni fuera ni dentro del kirchnerismo. "A la Presidenta no se le habla; se la escucha", instruyó a los funcionarios Carlos Zannini, hoy compañero de fórmula de Scioli.
Que no quiere ser responsable ante nadie también está a la vista. Ésa es la razón de todo lo que está ocurriendo en la Justicia, como lo supo ver bien Mirtha, sin haber consultado previamente, presumimos, el diccionario de María Moliner. Todos los jueces que han pretendido hacerla responsable de algo han corrido muy mala suerte. Bonadio sólo es el último de una larga lista. La Presidenta es capaz de hacer todo esto, claro, porque abusa de su autoridad y desconoce la división de poderes, que hace a la buena salud de toda democracia pero, vaya inconveniente, pone en riesgo su impunidad.
Por último, no creo que nadie ponga en duda que la Presidenta es inflexible en el trato con los demás. Perfeccionó su capacidad de infundir temor tanto en propios como en extraños, y ha hecho de ese miedo una extraordinaria herramienta para concentrar poder. En el trato propiamente dicho exige apenas lo que corresponde a todo monarca que se precie: sumisión y pleitesía. Esto lo saben funcionarios, gobernadores, empresarios y hasta el mismo Scioli, que decidió pagar su ambición con el amargo precio de tantas humillaciones.
¿Fue tan grave lo de Mirtha? Usted decide. De todos modos, cuando uno describe ciertas cosas, huelgan las definiciones..

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