lunes, 6 de julio de 2015

Un Estado para 50 años. La ilusión del kirchnerismo eterno

Nota de tapa/1

Un Estado para 50 años. La ilusión del kirchnerismo eterno

Con sus intervenciones en transporte, energía, empleo público, servicios y telecomunicaciones, que ensancharon el espacio estatal sostenido por la militancia, los gobiernos K dejan una herencia compleja para quien los suceda
Por  y   | LA NACION
 
Foto: Juan Colombato
No sonó la marcha peronista. Era la tarde del 27 de abril de 2012, Cristina Kirchner acababa de terminar de hablar ante 150.000 militantes en el estadio de Vélez y, detalle revelador, la liturgia era propia e inaugural. Fue el día en que, según sus operadores territoriales, la Presidenta creyó que por fin podría prescindir del aparato justicialista. "Unidos y organizados", decía el lema de un conmovedor audiovisual de 16 minutos que compendió el modo en que el kirchnerismo sueña con quedar en la historia: desde el "país en llamas" hasta la "reconstrucción del Estado". Cualquier facción gobernante necesita en la Argentina, según los especialistas, 55.000 agentes para fiscalizar una elección nacional. El Gobierno venía de arrasar con 54% en las elecciones seis meses antes y, por primera vez, empezó a fantasear con la continuidad del proyecto. "Cristina eterna", había propuesto Diana Conti un año antes. "Un kirchnerismo por 50 años", resumió el pequeño Casey Wander, aquel niño que se dio el lujo de conocer a la Presidenta a fuerza de apoyo explícito al kirchnerismo.
El fervor posterior a aquellos días coincidió con una decisión estratégica trascendente y estructural: ese abril de 2012 fue, según cifras del Ministerio de Economía, el último mes en que se les pagó a los camioneros de Hugo Moyano por el Sistema de Compensación al Transporte, un generoso esquema que Néstor Kirchner inauguró en julio de 2004 con 693.596 pesos y llegó a 20 millones mensuales. No se los necesitaba.
Hasta entonces, el sindicato había sido beneficiado con lo que el líder santacruceño definía como la ventaja del bloqueo: todos los favores para un solo dirigente gremial, único interlocutor con la Casa Rosada y encargado de disciplinar al resto de las agrupaciones de trabajadores.
Desde abril de 2012, el 100% de aquellos fondos pasaron a utilizarse para "financiamiento del parque automotor". Desde entonces, los colectivos que se renuevan son financiados con aquel dinero que antes iba a Camioneros.
Es imposible imaginar la gestión del país en los últimos doce años desatendiendo las adhesiones que generó un Estado que vivió el ciclo económico más favorable en al menos 40 años. Un trabajo de la consultora Idesa, elaborado con datos tomados del libro Dos siglos de economía argentina, de Orlando Ferreres, indica que el país llegó en 2010 a tener términos de intercambio superiores en 35% al promedio histórico y equiparables a los cuatro mejores períodos de los últimos 150 años. La deducción es obvia: el frente global es siempre más gravitante que el signo político de quien gobierne. "Las bonanzas económicas -refuerza el informe- están más asociadas a condiciones externas excepcionalmente favorables que a la orientación ideológica de quien ejerce el poder en cada momento. En igual sentido, las crisis económicas coincidieron, en general, más con los contextos internacionales desfavorables que con el signo político del gobernante."
Pero el kirchnerismo montó sobre esas condiciones una epopeya ideológica. En la Unión Industrial Argentina (UIA) suelen calcular en un rango de entre 150.000 y 300.000 millones de dólares el excedente de caja que tuvo el país en la última década gracias a la mejora en los términos de intercambio internacional. La novedad benefició en realidad a toda la región. Según números de la Cepal, de 18 naciones relevadas, sólo dos de ellas no consiguieron reducir la pobreza y la desigualdad desde 2002 hasta aquí. América latina fue entonces partícipe de una recuperación explosiva que permitió mejorar significativamente todos los indicadores sociales.
Dirigentes intuitivos y ambiciosos, Néstor y Cristina Kirchner aprovecharon estos recursos para lo que definieron como la reconstrucción del Estado. Les sirvieron, en los hechos y más allá de las intenciones declamadas, como implacable herramienta de poder.

Militantes y mística

En esa tarea, el reclutamiento de militantes tuvo una relevancia decisiva. Se trataba, a fin de cuentas, de apuntalar el proyecto. Los números del Boletín Fiscal elaborado por el Ministerio de Economía hablan por sí solos: entre 2003 y 2014, los empleados del Poder Ejecutivo y organismos descentralizados que ganan los sueldos más altos del escalafón -un promedio de 65.200 pesos mensuales a valores actuales- se multiplicaron por siete, es decir, pasaron de ser 1687 a 12.380 (+633%). Mientras tanto, el segmento de salarios más bajos -menos de 4500 pesos de hoy- cayó de 9500 a 5900 (-37%). Este crecimiento de la plantilla estatal se dio hasta en las áreas menos medulares de la administración, como el Instituto Nacional del Cine y Artes Visuales (Incaa), cuya dotación pasó de 178 a 540 empleados, o el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), que casi cuadruplicó (+285%) su número de empleados en los últimos tres años.
Fue la materia prima de una militancia que, al mismo tiempo, incorporaba mística. Y que se fue sumando al "proyecto nacional y popular" desde fuera y dentro del Gobierno. En el reclutamiento fueron muy gravitantes las Unidades de Atención Integral (UDAI) de la Anses, que se expandieron por todo el país apenas nació La Cámpora, agrupación cuyo origen pertenece a una iniciativa de Dante Gullo, explotada enseguida por Néstor Kirchner. Sólo entre 2010 y 2012, por ejemplo, las UDAI pasaron de 300 a 400. Mientras tanto, se avanzó también con los Centros de Acceso a la Justicia (CAJ), dependencias del Ministerio de Justicia creadas en 2008, conducidas por la camporista María Florencia Carignano y cuyas contrataciones dependen de Gerónimo Ustarroz, otro militante que está a cargo de la Dirección General de Administración. Ya en 2012 había en todo el país 39 centros de este tipo, definidos en la página del Ministerio como "espacios de acompañamiento a la comunidad, en los que se brinda asesoramiento y orientación profesional para garantizar el pleno ejercicio de los derechos y la igualdad de oportunidades".
La Cámpora es desde entonces la gran puerta de entrada para acceder a cargos públicos a los que, hasta hace pocos años, se llegaba por concurso. Y, a la vez, una fuente casi inagotable de adhesiones para los actos. El 4 de enero de 2013, días antes de que llegara al puerto de Mar del Plata la Fragata Libertad después de estar embargada en Ghana por los fondos buitre, un correo electrónico llegó a varias de las PC de una unidad básica que la corriente tiene cerca del Congreso: "¡Compañeros! El miércoles salimos a recibir a la Fragata Libertad, que llega al puerto de Mar del Plata después de ser retenida ilegalmente en el puerto de Ghana. Habrá micros a «Mardel», no sabemos cuántos aún. Por eso estamos avisando. Todos los que podamos ir vayamos confirmando a los correos de las básicas así los cumpas de organización tienen info del grupo".
Aerolíneas Argentinas, con Mariano Recalde como gerente general, se convirtió en la bolsa de trabajo más codiciada de La Cámpora. Viajes, pasajes gratis, buenos sueldos y una estabilidad laboral similar a la que tienen los estatales es un combo que seduce como ninguno a los jóvenes militantes. Allí se llegó a un extremo. Allí se entra de dos maneras: por La Cámpora o, en menor medida, por los gremios amigos. La mayoría de los que ingresan devuelven alrededor de un 10% a la causa. El resto, los que no lo hacen, son mirados con recelo. Y hay un dato más: se instauró el "franco por militancia". Quienes lo requieran pueden tomarse algunos días para participar de los actos de gobierno.

La apropiación estatal

La intención inicial de Néstor Kirchner, la reconstrucción del Estado, se volvió en muchas áreas apropiación de éste. El resultado es costoso y difícil de revertir: la Argentina tiene hoy la tasa de empleados estatales más alta de la región. Lo muestra una reciente publicación, elaborada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), llamada "Panorama de las administraciones públicas; América latina y el Caribe 2014", que mide el tamaño del Estado a través del porcentaje de empleo público. Dice, entonces, que aquí los puestos estatales representan 14,8% del empleo total, un indicador que en los países vecinos es significativamente más bajo: 12,7% en Uruguay, 11,5% en Brasil y 9,2% en Chile.
El empleo privado, la fuerza que deberá sostenerlo en los próximos años, muestra en cambio un retroceso relativo. Un informe de la Fundación Mediterránea revela que, de los 42 millones de personas que tiene el país, 11 millones conforman la población económicamente activa y, de ese universo, sólo 7 millones pertenecen a la actividad formal privada, lo que da una relación de 18,3% respecto de la población. En Chile, en cambio, la relación es de 37,5%, y en Australia, de 41,9%. Es decir que gran parte del peso para sostener el producto bruto interno cae en el Estado.
El gran aliado para esta fenomenal expansión de la burocracia fue en estos años la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), que conduce Andrés Rodríguez. En agosto del año pasado, por ejemplo, el gremio acordó que entraran al Estado 7500 empleados de planta permanente más, la mitad de los cuales son cuadros políticos que responde no pertenecen a La Cámpora. Es lo que ilusiona a parte de la militancia a augurar, gane quien gane las elecciones, "para el proyecto la reelección".
Esas semillas que signarán parte de la administración pública durante las próximas décadas y cuya revocación le supondrá a cualquier próximo presidente un costo político enorme son el costado laboral de cambios estructurales económicos de índole igualmente difícil de desandar.
En estos días, por ejemplo, los equipos económicos que asesoran a los candidatos presidenciales se esfuerzan por encontrarle solución a la cuadratura de dos círculos: cómo abandonar, de modo indoloro para la sociedad, el cepo cambiario y los aportes del Estado en el sector de la energía. ¿Habrá que resignarse a una devaluación que corroa los salarios? ¿Qué argentino estaría dispuesto a renunciar al subsidio a los servicios públicos? A fines de 2011 hubo un ensayo con la energía. El Gobierno, que acababa de arrasar en las elecciones, exhortó a los usuarios a anotarse en un registro de Internet para recibir la tarifa plena y el resultado fue elocuente: aceptaron, en todo el país, exactamente 32.902 personas de una lista que encabezaba Cristina Kirchner y secundaba Julio De Vido.
Daniel Scioli encabeza en estos días las encuestas para octubre. El tiempo dirá si realmente se impone y, no menos gravitante, si la pretensión kirchnerista por inocularle áreas clave de una próxima administración prospera o es un ingenuo sueño militante. De cualquier modo, es probable que prosperen aspectos menos perceptibles de herencia kirchnerista, principalmente en cuestiones culturales. Usos y costumbres, modos de ejercer la autoridad, que probablemente queden para siempre. Hasta 2003, por ejemplo, no existían en la Argentina las conferencias de prensa con aplausos. Hoy, hasta Mauricio Macri aplica el método.
  • En el libro Los platos rotos (Sudamericana), Diego Cabot y Francisco Olivera reconstruyen el impacto de la aplicación del "modelo" en las dimensiones y el funcionamiento del Estado durante los gobiernos kirchneristas
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