Diario "Clarín". Buenos Aires, 6 de diciembre de 2014.
Hace 50 años llegaron al Polo Sur y se juntaron para festejarlo
Los primeros argentinos en lograr la hazaña.Desafiaron los vientos helados en un recorrido épico de 45 días. Ahora tienen más de 80 años y los recuerdos intactos.
El hombre todavía
no había pisado la Luna y la guerra de Vietnam llegaba a su punto más
tirante cuando un grupo de argentinos decidió poner en marcha la primera
expedición del país al Polo Sur. Durante 45 días recorrieron unos 2.900
kilómetros, superando fisuras en el hielo, vientos blancos de 100
kilómetros y jornadas interminables de 38 horas. Hoy se cumplen 50 años
del día de inicio de aquella hazaña y sus protagonistas serán
distinguidos en el Monumento a la Bandera, en Rosario.
La
temeraria Operación 90 (por los 90 grados sur de latitud que tiene el
Polo) fue comandada por el coronel de caballería Jorge Edgar Leal, que
ahora tiene 93 años y vive en Salta. Leal ya había fundado la Base
Antártica Esperanza.La travesía empezó el 6 de diciembre de 1964, cuando 10 voluntarios del Ejército, con 6 tractores oruga Snowcat y 16 trineos de arrastre, partieron desde el Palomar a la base Belgrano. Uno de los retos era lograr que los vehículos no sucumbieran a las bajas temperaturas. “Habíamos ensayado una aproximación en el año 57, pero los tractores se quedaron sin respuesta. Así que viajé a los Estados Unidos y Canadá para seleccionar el remolque adecuado y personalmente los fui adaptando a las características del terreno”, recuerda a Clarín el por entonces suboficial principal mecánico Ricardo Ceppi, que ahora tiene 83 años.
Ya estaba todo listo. Los preparativos incluyeron el patrullaje de la zona, la distribución de los alimentos en los trineos, pero cayeron bajo el manto de la noche polar y debieron postergar la partida hasta el 26 de octubre del 65.
“Además de los pasos que nos separaban de la base norteamericana Amundsen-Scott, había que subir hasta unos 3 mil metros de altitud sobre el nivel del mar. Para soportar el frío nos poníamos varias capas de abrigo y para orientarnos en la nieve, no teníamos cartas ni GPS, todo se hacía en forma artesanal” recuerda Florencio Pérez (82).
Dos trineos se desplomaron en una grieta y varios Snowcat fueron dejados en el trayecto como depósito de combustible y guía para hallar el camino de vuelta. “Al superar los 1.900 metros de altura desapareció la nieve y se abrió un paisaje de hielo. Ibamos a 3 km. por hora. Los primeros en desmembrarse fueron los trineos y tuvimos que distribuir el peso de los equipos entre los que estaban sanos”, rememora Pérez.
Como en una tragedia cinematográfica, la última etapa fue la más angustiante. La temperatura cayó hasta los 50° bajo cero y los vehículos fueron enlazados con sogas de nylon. Para completar una jornada de 50 kilómetros se demoraba 38 horas. Con las manos entumecidas y el ánimo chamuscado por el frío, el 10 de diciembre plantaron una enseña patria en el vértice sur del continente. Noruegos, ingleses y otros pocos expedicionarios lo habían logrado antes. “No era un capricho atlético, sino un requisito para reclamar soberanía sobre nuestro territorio. En los estrados internacionales nos decían que no podíamos reivindicar el suelo que nunca habíamos pisado” concluye Ceppi. Cinco días después pegaron la vuelta. El viaje de regreso fue mucho más simple. Tardaron 21 días. “Veníamos en bajada, no teníamos tanto peso y habíamos marcado el sendero”, remarca Pérez. Ya en Buenos Aires fueron héroes: los recibieron miles de personas.
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