Argentina y el mundo: barajar y dar de nuevo
Tribuna.Carlos Pérez Llana
Los argentinos
votamos en las PASO más en base a “sensaciones” que a ideas y visiones
del futuro. Fue notable la ausencia de verdaderos programas y hubo
dimensiones de la política que no se abordaron, por ejemplo el mundo y
la agenda exterior. Tal vez el hecho más destacado fue el viaje de
Daniel Scioli a Cuba, aunque en verdad allí lo importante fue el abrazo
con Raúl Castro, una foto que expresó la adhesión a un relato y a una
visión del mundo.
Es de esperar que los candidatos elegidos expresen sus ideas en torno a cómo conciben la relación Argentina/Mundo. Allí están las posibilidades y allí pueden encontrarse respuestas para nuestras necesidades. En otras palabras, el interés nacional no es ajeno a cómo se inserte el país en la política internacional.
A veces se alude a la necesidad de “reinsertar la Argentina en el mundo”. Así fue en 1983: el país estaba aislado luego “de la noche autoritaria”. En el 2015 las cosas son diferentes. El relato kirchnerista contiene una visión internacional y ejecuta su política en base a una lectura ideológica del mundo articulada con el “modelo nacional y popular”.
La crisis financiera global del 2008 es básica en el análisis que frasea el gobierno: se proclamó la caída de los EE.UU. y de Europa y el ascenso irrefrenable de los emergentes, particularmente de China. “El derrumbe de Occidente” no es un diagnóstico nuevo, pero la caída de las potencias es un proceso complejo y largo, donde intervienen muchos factores. Pero nada está asegurado.
Hoy una vasta literatura refiere a algunos síntomas preocupantes que ponen en duda un escenario de hegemonía china. Además, entre los emergentes hay de todo. Rusia pretende “re-emerger”, su futuro es el pasado: recomponer el espacio geopolítico de la ex URSS es la prioridad de Vladimir Putin. Brasil y la India comparten algo importante: son democracias, otros BRICS no lo son. Además, entre India y China las suspicacias aumentan, en la medida que Pekín está ejecutando una verdadera “Doctrina Monroe Asiática” que preocupa a sus vecinos. En el 2008 los emergentes pudieron sortear la crisis, pero en el 2015 China crece mucho menos mientras Rusia y Brasil se estancan. En tiempos de ajuste internacional, con la caída de los precios de las materias primas y la mutación de la matriz energética -que beneficia a los EE. UU.-, el “velo ideológico” no sirve.
El mundo cambió, y sigue cambiando. Viejos temas resurgen, Por ejemplo, la soberanía vuelve a ser un tema en Europa luego de la invasión rusa a Ucrania; la Unión Europea discute la reestructuración de las deudas mediterráneas, y la crisis griega repotenció un viejo interrogante: ¿Alemania se europeizó o Europa se alemanizó?
América Latina también es otra. El populismo se sustentó en los precios de las materias primas. Terminado el ciclo económico resulta inviable el modelo político. Venezuela es el espejo de la crisis, pero Brasil no está “vacunado”. Pero atención: cuando la economía no lubrica, los populismos mutan pudiendo abrazar un peligroso nacionalismo. Es un clásico: sin ideologías renacen los nacionalismos y las visiones religiosas de la política.
En la Argentina el Gobierno apostó fuerte al “nuevo mundo”. En esa línea se explica la relación con el chavismo, los vínculos con Irán y muy particularmente con Rusia y China. En estos dos casos, muchos convenios firmados, que contienen cláusulas secretas, limitarán al nuevo gobierno: construcción de grandes obras de infraestructura (centrales hidroeléctricas y nucleares, etc.). El caso ruso es más sencillo: hay menos comercio y Rusia sólo es una potencia militar financiada por un petróleo en baja.
Pero la relación China/Argentina es diferente. Existe un gran comercio y además el Gobierno buscó reemplazar el “orden de Bretton Woods” accediendo al orden económico internacional que está construyendo China. En otros tiempos nuestro país debió buscar financiamiento en el FMI, pero la Argentina con el “desendeudamiento” rompió esos vínculos. Ahora, cuando nuevamente resulta necesario financiarse, acude a los SWAPS chinos que representan el 25% de las reservas del Banco Central. Como se sabe, Pekín no condiciona explícitamente la “ayuda”, como lo hace el FMI, pero sí lo hace a “su manera”. La base china en Neuquén es un ejemplo. la política de Pekín en el África tampoco es ajena a una estrategia global.
El tema internacional merece un debate político en torno a la lectura de la agenda internacional, a los espacios diplomáticos donde el Gobierno involucró al país y a las alianzas cultivadas durante más de una década. Si bien es “políticamente incorrecto” hablar de los necesarios ajustes, soslayar la variable externa es un error. El ajuste será menos doloroso con más mundo: más inversiones, mejor financiamiento y mayor integración al comercio internacional.
Carlos Pérez Llana
Profesor de Relaciones Internacionales, Univ. Siglo 21 y T. Di Tella
Es de esperar que los candidatos elegidos expresen sus ideas en torno a cómo conciben la relación Argentina/Mundo. Allí están las posibilidades y allí pueden encontrarse respuestas para nuestras necesidades. En otras palabras, el interés nacional no es ajeno a cómo se inserte el país en la política internacional.
A veces se alude a la necesidad de “reinsertar la Argentina en el mundo”. Así fue en 1983: el país estaba aislado luego “de la noche autoritaria”. En el 2015 las cosas son diferentes. El relato kirchnerista contiene una visión internacional y ejecuta su política en base a una lectura ideológica del mundo articulada con el “modelo nacional y popular”.
La crisis financiera global del 2008 es básica en el análisis que frasea el gobierno: se proclamó la caída de los EE.UU. y de Europa y el ascenso irrefrenable de los emergentes, particularmente de China. “El derrumbe de Occidente” no es un diagnóstico nuevo, pero la caída de las potencias es un proceso complejo y largo, donde intervienen muchos factores. Pero nada está asegurado.
Hoy una vasta literatura refiere a algunos síntomas preocupantes que ponen en duda un escenario de hegemonía china. Además, entre los emergentes hay de todo. Rusia pretende “re-emerger”, su futuro es el pasado: recomponer el espacio geopolítico de la ex URSS es la prioridad de Vladimir Putin. Brasil y la India comparten algo importante: son democracias, otros BRICS no lo son. Además, entre India y China las suspicacias aumentan, en la medida que Pekín está ejecutando una verdadera “Doctrina Monroe Asiática” que preocupa a sus vecinos. En el 2008 los emergentes pudieron sortear la crisis, pero en el 2015 China crece mucho menos mientras Rusia y Brasil se estancan. En tiempos de ajuste internacional, con la caída de los precios de las materias primas y la mutación de la matriz energética -que beneficia a los EE. UU.-, el “velo ideológico” no sirve.
El mundo cambió, y sigue cambiando. Viejos temas resurgen, Por ejemplo, la soberanía vuelve a ser un tema en Europa luego de la invasión rusa a Ucrania; la Unión Europea discute la reestructuración de las deudas mediterráneas, y la crisis griega repotenció un viejo interrogante: ¿Alemania se europeizó o Europa se alemanizó?
América Latina también es otra. El populismo se sustentó en los precios de las materias primas. Terminado el ciclo económico resulta inviable el modelo político. Venezuela es el espejo de la crisis, pero Brasil no está “vacunado”. Pero atención: cuando la economía no lubrica, los populismos mutan pudiendo abrazar un peligroso nacionalismo. Es un clásico: sin ideologías renacen los nacionalismos y las visiones religiosas de la política.
En la Argentina el Gobierno apostó fuerte al “nuevo mundo”. En esa línea se explica la relación con el chavismo, los vínculos con Irán y muy particularmente con Rusia y China. En estos dos casos, muchos convenios firmados, que contienen cláusulas secretas, limitarán al nuevo gobierno: construcción de grandes obras de infraestructura (centrales hidroeléctricas y nucleares, etc.). El caso ruso es más sencillo: hay menos comercio y Rusia sólo es una potencia militar financiada por un petróleo en baja.
Pero la relación China/Argentina es diferente. Existe un gran comercio y además el Gobierno buscó reemplazar el “orden de Bretton Woods” accediendo al orden económico internacional que está construyendo China. En otros tiempos nuestro país debió buscar financiamiento en el FMI, pero la Argentina con el “desendeudamiento” rompió esos vínculos. Ahora, cuando nuevamente resulta necesario financiarse, acude a los SWAPS chinos que representan el 25% de las reservas del Banco Central. Como se sabe, Pekín no condiciona explícitamente la “ayuda”, como lo hace el FMI, pero sí lo hace a “su manera”. La base china en Neuquén es un ejemplo. la política de Pekín en el África tampoco es ajena a una estrategia global.
El tema internacional merece un debate político en torno a la lectura de la agenda internacional, a los espacios diplomáticos donde el Gobierno involucró al país y a las alianzas cultivadas durante más de una década. Si bien es “políticamente incorrecto” hablar de los necesarios ajustes, soslayar la variable externa es un error. El ajuste será menos doloroso con más mundo: más inversiones, mejor financiamiento y mayor integración al comercio internacional.
Carlos Pérez Llana
Profesor de Relaciones Internacionales, Univ. Siglo 21 y T. Di Tella
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