miércoles, 19 de agosto de 2015

ARGENTINA 2003 ELECCIONES. Kirchner lo festejó como una victoria


La carrera presidencial: el candidato del Frente para la Victoria, en el ballottage

Kirchner lo festejó como una victoria

Cuando se confirmó su participación en la segunda vuelta, exhortó a la ciudadanía a "luchar contra el modelo de ajuste"
Por   | LA NACION
RIO GALLEGOS.- Esperó hasta tener el 50% de las mesas escrutadas y cuando vio que la tendencia era irreversible -estaba en el ballottage, pero, al mismo tiempo, ya no podría superar a Carlos Menem-, sólo entonces el candidato del Frente para la Victoria, Néstor Kirchner, decidió reclamar el voto de todos los argentinos para vencer el próximo 18 de mayo a lo que calificó como "el modelo del ajuste, de la corrupción y de la exclusión social" que encarna el ex presidente.
Afuera, el frío no importaba para las más de 200 personas que, apenas cerrados los comicios, se habían agolpado en la puerta misma del Salón Blanco de la Casa de Gobierno provincial para festejar con Lupo (como le dicen al gobernador) e insultar al Turco, su rival en la segunda vuelta electoral.
A esa instancia apuntarán desde ahora todos los cañones de Kirchner. Por eso no dudó en felicitar a Elisa Carrió y a Adolfo Rodríguez Saá "por la excelente elección que hicieron". Así, el gobernador patagónico adelantaba públicamente a dónde dirigirá sus esfuerzos para conseguir los votos que necesitará dentro de tres semanas para vencer a Menem.
Aunque no lo nombró, Kirchner también dedicó parte de su discurso al ex presidente, a quien le dijo que "es hora de respetar la memoria y la dignidad de los argentinos". "Esta elección es una lección a los gestos de soberbia de aquellos que decían que iban a ganar en primera vuelta y con 40 puntos", destacó.
Kirchner tardó casi cuatro horas en decidirse a hablar ante la prensa, a la espera de poder anunciar un triunfo sobre Menem, ya que desde muy temprano tenía la convicción de que Ricardo López Murphy no le podría arrebatar su lugar en el ballottage.
Es que su acceso a la segunda vuelta ya era conocido por Kirchner desde las 16.30, cuando el presidente Duhalde lo llamó por enésima vez en el día, pero ya no para darle una nueva tanda de encuestas en boca de urna.

"Néstor, te felicito"

"Néstor, te felicito; estamos en la segunda vuelta", dijo un exultante Duhalde y le confirmó así a Kirchner lo que ya le habían adelantado encuestadores como Artemio López y Enrique Zuleta Puceiro en otras tantas charlas telefónicas.
Menos de media hora después, el candidato salió de su residencia para votar en la escuela Julio Ladvocat, de esta capital provincial. Allí se encontró con medio centenar de seguidores que se había animado a desafiar el crudo otoño patagónico y que se desvivió por darle su aliento.
Esa fue la última aparición pública de Kirchner antes de encabezar la conferencia de prensa, ya como uno de los dos protagonistas del primer ballottage electoral que vivirá la Argentina.
Atrás había quedado una larga jornada que comenzó pasadas las 9 con la lectura de las copias de los matutinos porteños que sus colaboradores debieron bajar de Internet, ya que ayer, por la falta de vuelos por la mañana, los diarios llegaron a esta ciudad dos horas después de cerrados los comicios.
Fiel a su costumbre, a la lectura le siguió una caminata en la cinta y el desayuno, antes de abandonar su residencia para instalarse en la gobernación. Allí se reunió con su ministro de Gobierno, Julio Devido, para hacerse cargo de las líneas telefónicas de su despacho, que ardían por las permanentes llamadas desde todas partes.
Además de Duhalde, también hablaron con Kirchner el gobernador bonaerense, Felipe Solá; el presidente provisional del Senado, José Luis Gioja (PJ-San Juan), y el intendente de La Matanza, Alberto Balestrini.

En familia

Al mediodía, la lluvia con la que había comenzado la jornada había quedado en el recuerdo y un tímido sol asomó para darle un clima más agradable aún al comedor familiar, en el que Kirchner almorzó ñoquis con salsa (las hubo de dos tipos: bolognesa y de pollo), acompañado por su esposa, la senadora Cristina Fernández; sus hijos Florencia y Máximo (que invitó a su novia), y su madre, María Juana Ostoich Dragnic, de 81 años. Después se encerró definitivamente en la Casa de Gobierno a esperar el escrutinio provisional.
Cuando salió, eran más de las 23, y lo hizo para encabezar una caminata por la avenida Roca, arteria principal de esta ciudad, y cumplir así una de sus tantas cábalas que, una vez más, volvieron a darle resultado. 
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

 

¿Adiós al realismo mágico argentino?

Néstor Kirchner

En los últimos días, los argentinos asistimosa la extinción del último de los liderazgos carismáticos del viejo caudillismo;comienza ahora una etapa cuyo éxito dependerá del camino que escoja el futuro presidente

En poco más de una semana se han producido en la escena política algunos hechos que conviene analizar, no tanto por sus ribetes escandalosos o por sus connotaciones espectaculares sino por lo que significan como confirmación de que algo está cambiando en los estratos profundos de la sociedad argentina.
Por lo pronto, ha hecho crisis -en medio de dolorosos estertores- el último de los liderazgos carismásticos a la vieja usanza que quedaban en el país: el de Carlos Menem. Al borrarse de una contienda electoral en la que había empeñado sus mejores esfuerzos, el caudillo riojano se ha despedido de la política -aunque él diga lo contrario- con una gran mueca escénica, digna de un grotesco de Eduardo De Filippo o de Armando Discépolo. La historia, sin embargo, no va a ser impiadosa con él: rescatará seguramente los indudables aciertos de su primera presidencia y enjuiciará con dureza -qué duda cabe- lo mucho que hizo por desquiciar la vida pública nacional en los últimos nueve años.
Surgirán en la Argentina, con seguridad, nuevos liderazgos. Pero todo indica que ya no habrá espacio, nunca más, para estos caudillismos nacionales sustentados sobre una misteriosa mezcla de magia y fanfarronería personal. No es aventurado afirmar que con Menem se extingue el último gran curandero de la política argentina. Las imágenes de la "pueblada" que intentaron prepararle a las puertas de un hotel de Buenos Aires o frente a la Casa de Gobierno de su provincia natal parecieron extraídas de alguna película de Mario Monicelli o Dino Risi, aquellos maestros de la tragicomedia popular que nos deparó el cine italiano. ¿Quién no se acuerda de "La marcha sobre Roma", donde Vittorio Gassman y Ugo Tognazzi protagonizaban en clave de parodia algunos entretelones grotescos de la primera gran pueblada épica de Benito Mussolini? Si al retiro de Menem del ballottage se suma el bajo rendimiento que obtuvo en los comicios del 27 de abril Adolfo Rodríguez Saá -otro caudillo político de parecido cuño- se confirma la idea de que el intento de reeditar los liderazgos inspirados en el modelo de Perón ha dejado de ser redituable en la Argentina del siglo XXI.
Queda Duhalde, es cierto. Pero Duhalde es otra cosa. Nunca quiso ser un agitador de masas sino un infatigable bordador de minúsculas combinaciones e intrigas, vaciadas en el molde de las tácticas políticas de nivel municipal, trasladadas con sorprendente éxito al plano nacional. De los dos caudillos que se enfrentaron dramáticamente en la última refriega interna del justicialismo, el que siempre adoptó poses ampulosas de grandeza y aires épicos fue Menem. El hecho de que Duhalde, con su ciencia pequeña y municipalista, lo haya ido llevando paso a paso a la derrota encierra una curiosa lección de vida. Por supuesto, tampoco la historia va a ser impiadosa con Duhalde, que tomó en sus manos un país que se estaba incendiando y, en cierto modo, lo pacificó y lo hizo gobernable. Por supuesto, la posteridad no va a avalar en bloque, seguramente, los oscuros y sigilosos pasos que fue dando hasta convertirse en el amo virtual del primero y segundo cordón del conurbano -esos invencibles y estratégicos bolsones de la política argentina- y, finalmente, en gran protagonista y elector de la vida pública nacional.
Pero Menem y Duhalde han empezado ya a ser parte del pasado. El presente se llama Néstor Kirchner, el hombre que supo aprovechar los espacios vacíos que fueron dejando libres Carlos Reutemann -con sus interminables dudas hamletianas- y el oscilante José Manuel de la Sota.
Ante Kirchner, que el domingo próximo asumirá la presidencia de la Nación, se abren varios escenarios posibles. Puede optar por desplegar sus íntimas convicciones ideológicas y por tratar de hacerse fuerte en sus raíces de viejo revolucionario setentista. Eso lo llevaría, tal vez, a pelearse con muchas corporaciones -o con todas al mismo tiempo-, como en cierto modo le ocurrió en su momento a Raúl Alfonsín. También puede caer en una suerte de prudente inmovilismo para no pelearse con nadie, lo cual puede acercarlo al crítico escenario que enfrentó De la Rúa. Hay una tercera posibilidad, que es mirarse en el espejo de Lula y tratar de conciliar la cautela con la acción. Pero Lula llegó al poder con un respaldo político estructurado que Kirchner todavía va a tener que empezar a construir cuando llegue a la Casa Rosada.
¿Qué escenario elegirá el hombre que dentro de una semana empezará a dialogar con los árboles de la quinta de Olivos? Tiene una ventaja; ya sabe lo que no tiene que hacer: ni resucitar sus fantasmas setentistas ni encerrarse en un autismo paralizante. Va a tener que salir a conversar y a buscar apoyos. Los votos que estuvo a punto de obtener se evaporaron mucho antes de que llegara la hora de las urnas: eran votos contrarios a Menem y, por lo tanto, el riojano se los llevó con él a Anillaco. Es el destino paradójico de los viejos caudillos: le pertenecen por igual los votos de adhesión y los votos de repudio.
Desde luego, le queda a Kirchner, fundamentalmente, la esperanza. La esperanza de él y la del conjunto de los argentinos. Tendrá que hablar con todos y mostrar, a la vez, firmeza y flexibilidad, confianza en sí mismo y espíritu pluralista, capacidad para labrar acuerdos en ciertos casos y fortaleza para decidir por sí solo en determinados momentos. Y tendrá que aprender a distinguir cuáles son esos casos y cuáles son esos momentos.
Kirchner necesitará alcanzar, en suma, esa rara virtud que algunos llaman prudencia y otros equilibrio. Y que el Maquiavelo bueno -no el de la deformación que perdura en el distorsionado imaginario social- consideraba imprescindible para gobernar. .
Por Bartolomé de Vedia 
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

 

 Una historia de presidentes débiles

Varios mandatarios argentinos, desde el siglo XIX hasta hoy, soportaron el estigma de la debilidad; sin embargo, no siempre la cosecha electoral fue el factor determinante a la hora de analizar éxitos y fracasos

Si se mira el porcentaje de votos que obtuvo cada uno para conseguir el cargo y cómo les fue después en la Casa Rosada, se advierte rápido que el teorema de la debilidad de los presidentes argentinos basado en la correspondiente cosecha electoral, tan de moda, es en gran parte falso.
Bastan los ejemplos de dos presidentes radicales, el primero y el último, para probar que las cosas no son así de simples.
Hipólito Yrigoyen volvió al poder en 1928 con una elección a la que se le decía "el plebiscito". Lo encumbró el 57,41% del electorado (12 puntos más de los que había conseguido para la primera presidencia cuando tenía 12 años menos), pero su derrocamiento, el 6 de setiembre de 1930, desgaste mediante, ni siquiera le permitió conmemorar un tercio del mandato.
Y Fernando de la Rúa ganó con el 48,1%, lo que significa que prácticamente lo votó uno de cada dos argentinos, pero fue tumbado, esta vez sin concurso castrense, apenas unos días después de cumplir dos años viviendo en Olivos. Ambos presidentes creían ser muy fuertes al asumir y lo que menos imaginaban era un futuro trunco.
Débil también resultó Isabel Perón, acaso por la sumatoria de su carácter, su escasez de dotes políticas, la manipulación que de ella hizo José López Rega y el vacío creado por la muerte de su marido-compañero de fórmula, cuyo 61,86% de votos, después de todo, también le pertenecía a ella por gracia binominal.
Ocurre que, debido quizás a la extensión del muestrario, no hay una definición unívoca de presidente débil. Bernardino Rivadavia, preconstitucional, gobernó apenas 16 meses -las provincias jugaban en contra- y tuvo que renunciar. Más tarde vinieron el entrerriano Justo José de Urquiza y el cordobés Santiago Derqui, ninguno de los cuales llegó a gobernar para toda la nación, como sólo lo hizo Bartolomé Mitre en 1862. Los presidentes débiles se extendieron entre los siglos XIX y XXI (siglo éste lactante pero prolífico, que ya produjo a De la Rúa, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde) combinando variables personales, políticas e institucionales. Algunos quedaron anotados en la historia como débiles -Yrigoyen, De la Rúa y también Isabel y Héctor Cámpora- por brevedad, impericia o ambas cosas, según la interpretación histórica que se prefiera. Pero también hubo presidentes de base electoral volcánica, políticamente idóneos, que no transigieron por flaqueza de ánimo y sin embargo agotaron su resistencia. Fue el caso de Arturo Frondizi.
En sentido electoral, Frondizi arrancó fuerte como pocos. No sólo porque obtuvo el 44,79% de los votos, 16 puntos por arriba del segundo, sino porque en el orden cualitativo ganó mejor que su proveedor de votos, Perón, al dominar todo el Senado y todas las gobernaciones (en 1946, Perón había perdido la presidencia en cuatro provincias y la gobernación de Corrientes). Sin embargo, no parece casual que una semana antes de su asunción, The Wall Street Journal hubiera titulado "¿Cuánto durará Frondizi?". El problema peronista, como llamaban los militares al centro de sus desvelos, no se había resuelto con la proscripción que, en cambio, consiguió debilitar la democracia antes que los gobiernos. Treinta "planteos" soportó Frondizi, que habría entrado en la categoría de presidentes fuertes si hubiera podido evitar las concesiones al golpismo insaciable que igual terminó depositándolo en la isla Martín García.
Después vino el arquetipo de los débiles, Arturo Illia, en quien se inspira el teorema que pretende hacer una proporcionalidad directa entre vigor electoral y fortaleza política. Illia, es cierto, sólo sacó en las urnas 25,15%, lo que apenas aparejó el 35% de bancas en los colegios electorales (regía la Constitución de 1853), convertidos en una mayoría del 57% al momento de levantar la mano merced al apoyo negociado de electores de otros partidos. Claro que de la negociación no participó la segunda fuerza (19,42%), que no llegó a los colegios electorales porque era el voto en blanco, originado en la proscripción peronista. Pero la verdad es que semejante malformación institucional no fue lo único que hizo de Illia un presidente débil, sino también la propia personalidad de este médico de pueblo a quien los opositores hostigaban lanzando tortugas sobre Plaza de Mayo.

No el más votado

El sistema indirecto, a propósito, hubiera podido permitir la consagración de un presidente que (como Néstor Kirchner) resultase perdedor en la elección popular. Eso ocurrió en Estados Unidos en el siglo XIX en dos ocasiones (después ningún presidente norteamericano obtuvo menos del 50% de electores propios), pero nunca pasó en la Argentina y, por fin, aquí la Constitución de 1994 convirtió la elección en directa, con ballottage para ejecutar el requisito de un respaldo por mayoría absoluta. En otras palabras, jamás asumió el poder en nuestro país el que había resultado segundo... hasta el año pasado. Fue como desagüe de una acefalía. Por esas raras vueltas de la política argentina, el senador Duhalde, que había perdido contra De la Rúa, resultó el elegido de la asamblea legislativa para gobernar después de que la interna peronista aniquilara al presidente Rodríguez Saá (más fugaz que Cámpora, pero menos que el general Arturo Rawson, en 1943, presidente de facto por un día, despuesto por Pedro Pablo Ramírez).
Duhalde, conviene recordarlo, también estuvo a punto de caer cuando la confederación de gobernadores que lo sostenía -junto con el Congreso- le recortó el apoyo. Zafó luego de adelantar siete meses las elecciones o, más bien, cuando le creyeron que él no sería candidato.
Después vino la manipulación de la ingeniería electoral, el dominio relativo de la grave situación económica y el triunfo de Duhalde en la salvaje y eterna pulseada con su antiguo compañero de fórmula. Debe parecerle un sueño: la virtual caída de Menem, trofeo impar según su óptica, hasta podría soslayar la evocación de su debilidad intrínseca el día que le toque aparecer en una enciclopedia. .
Por Pablo Mendelevich 
XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX

 

Recuerdos de una infancia austral
Néstor Kirchner

Los amigos de la niñez, que aún lo llaman "Lupo" por su semejanza con un personaje de historieta, recuerdan al presidente electo como un joven efusivo cuyo carácter fue forjado por las limitaciones de una región que se siente olvidada
Por   | LA NACION

RIO GALLEGOS
La casita de madera, a tres cuadras del moderno centro de Río Gallegos, hace tiempo que no está en pie. Era un chalet sencillo, pero que sabía resistirse a los helados vientos patagónicos, aquellos que moldearon el carácter de la ciudad a la vera de la ría, así como a una sociedad de pioneros que aún en el siglo XXI se siente olvidada por el resto del país.
Allí nació Néstor Kirchner, el "nuevo héroe patagónico" como lo llama su viejo profesor de Educación Física del secundario, Emilio García Pacheco. "No era el líder ni el caudillo, sí era bastante efusivo", lo recuerda hoy.
Pero llegar a este punto no fue fácil para el hombre al que aquí todos llaman "Lupo". Primero tuvo que superar ese sentimiento sureño de confinación y olvido, y sus propias limitaciones.
De sus bisabuelos paternos heredó sangre alemana y suiza. Su abuelo Carlos fue el primero de la familia en nacer en aquel páramo del Sur. Allí conoció a Margarita Csnning, que había llegado con sus padres. Se casaron y levantaron un almacén de ramos generales que llevaba su apellido y que abastecía a todo el pueblo. Del matrimonio nacieron Néstor Carlos, Delia, Arturo y Zulema.
Cuando terminó sus estudios, Néstor Carlos Kirchner (padre) ingresó en el Correo como empleado, lo que le prometía un futuro promisorio. También continuó con las representaciones comerciales del almacén heredado, que su hijo, años más tarde, le ayudaría a administrar.

Romance en código

El padre del futuro presidente argentino era una persona muy querida en el lugar. Formaba parte de la segunda generación de nacidos y criados (los llamados "nyc") en aquel inhóspito lugar. Y fue durante sus años de trabajo en el Correo cuando conoció a María Ostoic. Ella vivía a 300 kilómetros de distancia, en la chilena Punta Arenas. Descendiente de croatas, hija de Mateo Ostoic y de Antonia Dragnik, formaba parte de una familia conservadora y también trabajaba en el sector de las comunicaciones. Fue precisamente a través del telégrafo, y en Código Morse, que intercambiaron sus primeras palabras. Alguna de ellas sedujeron a Néstor y lo llevaron a la ciudad chilena para conocer a María. Después de un año de noviazgo llegó a la conclusión de que ella era la mujer con quien iba a formar su familia y con quien iba a tener sus hijos. El 25 de agosto de 1946 se casaron y se mudaron a Río Gallegos.
Dos años más tarde, nació el primero de los tres hijos que tendría el matrimonio. Era una mujer, Alicia. María se dedicaba plenamente a su hija y al hogar y al poco tiempo nació Néstor (h) que desde los primeros pasos se transformó en un compañero inseparable de Alicia, que sería su compañera de juegos y de salidas y que más tarde lo acompañaría en la política.
"Con nuestros amigos jugábamos y compartíamos todo. Nos criamos de una manera muy libre, en un lugar donde los chicos éramos los dueños del pueblo", recuerda María Rita Drisaldi de González, una amiga de la infancia de los Kirchner. Ella vivía a una cuadra de la casa Néstor y sus padres también eran amigos. Es que en Río Gallegos todos se conocían. "Mi madre iba todos los días después de almorzar a la casa de ellos. Se pasaban horas hablando", cuenta.
Mientras eso sucedía, los chicos se reunían en alguna esquina o en el patio de alguna de las casas. El frío y el viento no los detenía. Por el contrario, eran sinónimo de diversión. Cuando helaba, cada rincón del pueblo que se llenaba de agua hacía las veces de pista de patinaje. "Patinar era la gran diversión. Y, si no, andar en trineo", relata Alicia Kirchner, la hermana.
La bajada de la calle Alberdi era el lugar preferido. El nutrido grupo de chicos formado por primos y amigos de los Kirchner se turnaban para deslizarse en un gran trineo marrón que les había regalado el abuelo Carlos. "Era la envidia del barrio. Hasta al almacén nos íbamos en trineo", recuerda Drisaldi.
En 1955, los Kirchner se mudaron a la casa que aún hoy habita María (81), la madre del presidente electo, en 25 de Mayo al 400. Un chalet de una planta adornado con muebles modernos.

Un alumno callado

En septiembre de aquel año marcado por la caída de Perón, Néstor empezó primero inferior en la Escuela N° 1 Fernando de Magallanes. Al revés que en el resto del país, el ciclo lectivo en la zona se extendía desde ese mes hasta mayo para evitar que los alumnos tuvieran que caminar entre la nieve durante el invierno, cuando las dos cuadras que separaban la escuela de la casa de Néstor Kirchner se hacían eternas. "Para sentarse eligió el banco del medio de la fila del medio. Bien en la mitad del aula", recuerda Digna Martínez de Pérez, su primera maestra. "Era callado y muy observador. Y ya traía rudimentos de lectura y escritura que había aprendido en su casa. No había jardines de infantes, menos acá", dice la maestra.
En 1960 llegó un nuevo miembro a la familia Kirchner: nació María Cristina, "Macri".
Al año siguiente, Néstor ingresó al secundario. El Colegio Nacional República de Guatemala fue el escenario en donde vivió su adolescencia y donde su altura y su postura desgarbada le ganaron pronto un apodo que aún perdura.
"En aquella época leíamos mucho. No había televisión y nuestro único divertimiento eran las historietas. Una de ellas, Lupín, que venía en la revista Rico Tipo, era de nuestras preferidas", recuerda Luis Peloso, uno de los amigos íntimos de aquellos años.
El personaje creado por el dibujante Guillermo Guerrero les dio a sus amigos su mote: desde ese momento, Néstor sería Lupín. "Era igual. Ya en primer año lo llamábamos así. Obvio que cuando creció el personaje creció con él y lo rebautizamos Lupo", agrega Carlos Tuñón, compañero del colegio y del equipo de básquet.
"A Néstor no le gustaban las bromas pesadas. Se enojaba. Pero con el sobrenombre no tuvo problemas", recuerda Drisaldi.
Las bajas temperaturas, que en el invierno llega a los 20 grados bajo cero, no lograban amedrentar a estos adolescentes en sus horas de Educación Física. Aquellas horas se transformaban en una gran diversión. Fue allí donde conocieron al profesor García Pacheco, que además de maestro fue su amigo y su compinche.
"Además del profesor yo era el entrenador del equipo de básquet del colegio. En ese momento se paraba el pueblo para ver los clásicos del Nacional contra el (Colegio) Salesiano -relata a LA NACION- Néstor formaba parte del equipo. No era de los más hábiles para el deporte, pero la altura lo ayudaba. Su función cuando entraba era recuperar los rebotes en defensa y después volcarla en el ataque."
"Era el personaje del equipo. Cuando estábamos abajo en el marcador siempre entraba para calentar el partido", agrega Tuñón. Una vez el rival era el chileno Socor y hasta el último minuto estaban empatados. En ese momento, uno de los contrarios se escapaba para anotar. "Ahí, Néstor saltó del banco y le hizo un tackle para evitar que nos ganaran. ¡Se armó un lío! Se suspendió el partido, pasó de todo...", recuerda divertido.

Primera militancia

En cuarto y quinto año comenzó a insinuarse su perfil político, cuando fue elegido presidente del centro de estudiantes. Pero la política terminaba a la salida del colegio. Néstor ayudaba a su padre a repartir los productos que le llegaban y colaboraba con su tío en una librería. Allí llegaban las codiciadas revistas de Buenos Aires.
Los saldos, que su tío no devolvía, eran para Néstor. "Lupín iba a unos quioscos del centro que se los compraban a menos precio y los vendían como números atrasados. Con lo que juntaba hacía una vaquita y salíamos todos", cuenta Peloso. La "barra" estaba formada por Luis Peloso, Juan Carlos Metaza, Darío Guerrero, Oscar Vázquez y Archibaldo "Archie" Esmar. A veces se sumaba el profe García Pacheco que los llevaba a pasear por el centro en su descapotable.
Al ritmo de Los Wawancó, Cuco Sánchez y algo de los Beatles, pasaban horas con amigas de Alicia y Rita en Mónaco, el boliche local.
Pero Néstor también pensaba en su futuro. A los 15 años, había decidido que sería docente. Sin embargo, su problema de dicción, sumado a algunas dificultades de conducta en el aula, le generaron su primera frustración. "En ese momento se exigía que los maestros no tuvieran problemas de dicción. Pero a Néstor no le afectó tanto porque, en verdad, su verdadera vocación no era la de docente", cuenta Drisaldi.
Sin embargo, el profesor García Pacheco recuerda que ése fue un momento "bravo" para él. "Sentía que tenía un fracaso en su vida académica. Me acuerdo que le llevé un libro de Piaget y le expliqué que nadie es más que nadie. Lo que logremos depende del esfuerzo que pongamos. Años más tarde me escribió una carta desde La Plata, cuando ya estaba en segundo año de Derecho, y me agradeció por aquella charla", rememora.
Efectivamente, el tiempo y el esfuerzo personal borrarían en Néstor Kirchner aquel sentimiento de fracaso.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

 

Tiempos de militancia en La Plata
Néstor Kirchner

Los años de Kirchner en launiversidad, durante los setenta, estuvieron signados por la convulsión de la época. La Juventud Peronista "combatía" desde las aulas en un país que se desangraba
Por   | LA NACION
LA PLATA
A fines de los sesenta, el estado de efervescencia y agitación cultivado en la Universidad Nacional de La Plata por los grupos estudiantiles combativos al régimen del general Juan Carlos Onganía cautivó al joven de 19 años recién llegado del Río Gallegos y lo introdujo, casi sin preámbulos, en la vida y militancia políticas.
Algunos años antes de la llegada de Néstor Kirchner a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de esta ciudad, un puñado de "compañeros" había fundado la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN).
El ex miembro de la FURN Jorge Falcone sostiene, en su libro Memorial de Guerralarga - Un pibe entre cientos de miles , que la agrupación "en ese entonces, era la expresión universitaria de Montoneros en La Plata". No obstante, varios de sus militantes de la época, consultados por LA NACION, relativizaron tal afirmación.
Gonzalo Chaves, también platense y ex representante de la rama sindical de Montoneros, dijo: "Había tareas en conjunto y contactos aunque esto no significaba, en absoluto, la intervención en hechos violentos por parte de los grupos estudiantiles".
La FURN fue el primer nucleamiento del justicialismo conocido como la "tendencia revolucionaria peronista" que hizo pie en los claustros platenses.
La caída del gobierno de Arturo Illia y la implantación de la llamada Revolución Argentina, había impulsado a Rodolfo "El Turco" Achem, Carlos Miguel y Carlos Negri, entre otros estudiantes, a constituir la agrupación de carácter "nacional, popular y revolucionaria".
Los primeros tiempos de trabajo militante en Derecho, donde cursaban Achem y Negri, no fueron nada fáciles. Por un lado tenían que enfrentar el tradicional liderazgo vernáculo del radicalismo universitario que conducía la Federación Universitaria La Plata (FULP) y, por el otro, lidiar con un cuerpo docente con una formación ideológica y doctrinaria notoriamente antiperonista.
"Néstor entró a militar en la FURN en 1970; tenía mucha convicción, pero no era un líder, era uno más de nosotros", rememora el diputado provincial Carlos Cottini, que preparó varios exámenes junto con el santacruceño. Por entonces, la organización era conducida por Negri, Marcelo Fuentes, Carlos Kunkel, Roberto Caballero y Carlos Moreno.
Kirchner -entonces portador de un grueso par de anteojos verdes- formaba parte de la segunda generación de estudiantes peronistas en la UNLP. En Derecho no eran más de una docena. En su grupo de Abogacía estaban Rafael Flores, Carlos Bettini, Gustavo Murici -hoy desaparecido-, Daniel Fernández, Jorge Alessandro, Rodolfo Negri, Daniel Santin, José Luis Horna y Cottini, entre otros.
Sin embargo, en poco tiempo, se produjo el vertiginoso crecimiento de la adhesión estudiantil a la cosmovisión antimodelo que cimentó la característica dominante entre los estudiantes de los setenta y que masificó el fenómeno militante dentro de la universidad.
Los pasillos de las facultades, pero, sobre todo, el comedor universitario, donde cada mediodía se concentraban miles de estudiantes, eran escenario de encendidas discusiones sobre política que, no obstante, se extendían a reuniones privadas de cada agrupación en casas, pensiones y gremios; la política también campeaba en las tradicionales peñas en las que Cafrune o Zitarrosa se imponían, a su vez, a otras expresiones del folclore tradicional.
La resistencia peronista a la Revolución Libertadora, el paso a la leyenda de Ernesto "Che" Guevara, en octubre de 1967; la protesta de obreros y estudiantes conocida como "el Cordobazo", en mayo de 1969, o la llegada a la presidencia de Chile del socialista Salvador Allende, en 1970, fueron algunos de los hitos que impulsaron a aquellos jóvenes a comprometerse con ideales de una nueva sociedad posible y perfilaron el gran desafío del grupo de universitarios peronistas: el regreso al país de Juan Domingo Perón, exiliado en España, sintetizado bajo el lema "luche y vuelve".
El propio Perón incitó al uso de la fuerza y otorgó a la juventud un protagonismo singular al hablar del necesario "trasvasamiento generacional" en el movimiento peronista. Los conceptos de "socialismo nacional", "juventud maravillosa" y la antinomia "revolución-antirrevolución" fueron parte de los planteos del líder desde su mítico reducto de Puerta de Hierro.
La atmósfera universitaria platense -como se dijo, marcadamente adversa al peronismo- obligaba a los militantes de la FURN a un esfuerzo superior al del resto de las agrupaciones. "Teníamos que hacer guardias para que no nos rompieran los carteles que llevaban las caras de Perón o de Evita y muchas veces éramos golpeados o escupidos", recuerda Daniel Fernández, un ex sindicalista que en aquellos años había ingresado a la carrera de Derecho.
Junto con Fernández, Kirchner realizó una campaña en respaldo del fallo del juez civil Salvador María Losada, que, en 1970, al decretar la quiebra del frigorífico Swift, extendió la responsabilidad a la empresa Deltec, con sede en Bahamas, cuyo representante en la Argentina era el ex ministro de Economía Adalbert Krieger Vasena. "Con Néstor rescatamos ese fallo porque hizo cargo del quebranto a la empresa multinacional", cuenta Fernández.
"Nosotros teníamos que estudiar el doble para poder discutir con los profesores y defender nuestra posturas", apunta Cottini y asegura que, entonces, la Constitución concebida por el peronismo en 1949 "era una mala palabra".
Aquellos jóvenes peronistas abrevaban en historiadores y pensadores revisionistas como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Juan José Hernández Arregui o José María Rosa. A partir de sus postulados, a los que hay que sumar la influencia del movimiento de curas tercermundistas liderado por el padre Carlos Mujica, intentaban delinear la idea de una "conciencia nacional" sobre la que machacaban en su periódico Patria y Pueblo.
Desde la FURN se impulsaba la conformación de cátedras paralelas para difundir el pensamiento nacional y revolucionario de la "Tendencia". También se desarrollaban tareas de consultoría jurídica gratuita en distintos barrios periféricos donde se asesoraba a miembros de asentamientos sobre los trámites para exigir la propiedad de las tierras.
Kirchner y sus compañeros asistieron, masivamente, al regreso de Perón en noviembre de 1972; también fueron protagonistas de un plenario realizado en la Federación de Box en el que la FURN llevó la postura de impulsar a Rodolfo Galimberti como representante de la juventud en la conducción partidaria; y organizaron un acto multitudinario que colmó la plaza Belgrano y que tuvo como principal orador al candidato presidencial del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), Héctor Cámpora.
Paralelamente al triunfo de Cámpora se conformó la Juventud Universitaria Peronista (JUP) como síntesis de los distintos grupos preexistentes.
Varios referentes de la JUP contribuyeron activamente a elaborar el documento "Bases para la Nueva Universidad" donde se planteó un cambio sustancial en el gobierno -la incorporación de los no docentes en la currícula y en la orientación de las carreras-, además de una fuerte tarea de apertura hacia la comunidad.
El 8 de octubre de 1974, el secuestro y posterior asesinato de Achem y Miguel, que en ese entonces formaban parte del gobierno de la UNLP, interrumpió el proceso iniciado con la asunción de Cámpora. Al mismo tiempo, se profundizó la persecución política sobre referentes estudiantiles y docentes en coincidencia con la proliferación de luchas intestinas en el peronismo.
En ese momento, muchos militantes pasaron a la clandestinidad mientras que otro grupo, entre los que se ubicó Kirchner, continuó con el trabajo en la superficie.
En esos años, Néstor ya noviaba con la también estudiante de derecho Cristina Fernández, una platense tres años menor que él. El 9 de mayo de 1975, cuando los asesinatos de "compañeros" se habían transformado en moneda corriente, Kirchner y Fernández se casaron en el registro civil de La Plata donde, según cuentan, durante la ceremonia se cantó la marcha peronista. El peligro rondaba a la pareja como a muchos otros militantes, comprometidos con la lucha armada o no. Entonces, ya habían tomado la decisión de irse al Sur. Sólo pudieron cumplirla un año después cuando Kirchner se recibió de abogado. Entonces, iniciaron el camino del exilio interior. .
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

 

Un vice que conoció éxitos y adversidades
Daniel Scioli

Hasta hace poco un hombre del menemismo, el vicepresidente electo tendrá una difícil misión en la Cámara alta, un recinto donde se destacará sobre todos la primera dama
Por   | LA NACION

Cuando el 4 de diciembre de 1989 perdió en un accidente de motonáutica el brazo derecho, a nadie se le escapó el detalle de que, el día anterior, Daniel Scioli había corrido en su lancha con Carlos Menem. Habían ganado.
Scioli asegura haber capitalizado aquella tragedia de múltiples maneras. Gracias al apoyo terapéutico que recibió, sumado a un mandato familiar caracterizado por un alto grado de compromiso, un hombre que hasta ese momento había sido diestro pudo recomponer su vida afectiva, económica y hasta cotidiana. Desde entonces, atesora una frase casi bíblica: "Los mejores días son los que vendrán". Regalo del entonces presidente Menem en momentos en los que el ex motonauta se reponía del accidente en el que no perdió la pasión por ese deporte. Casi un año después, retomó la actividad hasta entrados los años noventa.
Fue justamente de la mano de Carlos Menem que se inició en la política, en enero de 1997. No eran buenos tiempos para el PJ en la Capital y la intención de Menem era que Scioli encabezara una corriente de renovación.
En ese año fue elegido diputado nacional por ese distrito, cargo por el que fue reelegido en las legislativas de 2001. Durante su fugaz gobierno, Adolfo Rodríguez Saá lo convocó para encabezar la Secretaría de Turismo y Deportes, en parte, por su trayectoria en el mundo del deporte como una figura que supo proyectar una imagen positiva por el mundo. Pero también porque el puntano quería tener bien representado al menemismo en su gabinete.
Llamativamente, el público enfrentamiento entre Menem y el entrante presidente Eduardo Duhalde no fue escollo para que, a principios de 2002, Scioli fuera ratificado en su cargo. Desde entonces no ha dejado de autoelogiar una gestión que bien ha sabido cosechar los frutos de la devaluación.
En la página web de la Secretaría de Turismo y Deportes, el curriculum de Daniel Osvaldo Scioli informa que el funcionario nació el 13 de enero de 1957. Que estudió en el Colegio Ward de Ramos Mejía, se recibió de Perito Mercantil en la Escuela Superior de Comercio Dr. Carlos Pellegrini y que realizó estudios de marketing en la Universidad Argentina de la Empresa.
Lo que allí no se cuenta es que es el mayor de tres hermanos, hijos de Esther y José Scioli (ya fallecidos). El deporte ocupó un lugar trascendental dentro de la dinámica familiar. Su padre jugaba al básquet y presidió un club de Villa Crespo. Su madre practicaba equitación. Scioli recuerda haber tenido una infancia marcada por la exigencia. "Querían que fuera el mejor alumno, el mejor deportista. Fui muy buen alumno, abanderado, y a los 11 años salí campeón de natación".
También cuenta que a los 18 años le tocó vivir el secuestro de su hermano de 14. Sus testimonios acerca de esa experiencia hablan de momentos angustiantes en los que tuvo que aprender a vivir con miedo. "Lo secuestraron en la puerta del colegio y lo liberaron veinte días después. Nunca quedó claro si fueron militares o guerrilleros", dice.
Hasta comienzos de 1986, la motonáutica era un pasatiempo en su vida. Pero un paseo con un amigo en un vehículo más poderoso que el suyo le cambiaría la vida para siempre. Su primera lancha para correr offshore se llamó Semillita 19. En su debut en Mar del Plata salió último.
De su paso por esa actividad, de la que se retiró en la década del noventa, Scioli ostenta ocho campeonatos internacionales y el primer puesto en el Campeonato Mundial de Superboat.
No sólo éxitos
Pero no sólo se hablaría de éxitos. A principios de 1990 tomó estado público la existencia de una hija, María Lorena, en ese entonces de 13 años, que no había sido reconocida por el motonauta. Pasado el tiempo, Scioli asegura que el escándalo no dejó resentimientos ni heridas. Hoy, Lorena forma parte del núcleo central de los afectos de Scioli, conformado también por su esposa Karina Rabolini.
Su perfil de hombre exitoso, empresario y deportista con un alto nivel de exposición pública resultaron credenciales suficientes para encarnar una corriente de renovación justicialista en 1997. Principalmente, por el ya entonces alto nivel de descreimiento social hacia la clase política. También, por el mal momento que por entonces atravesaba el PJ en la Capital.
Elegido diputado en ese mismo año, su experiencia deportiva resultó determinante cuando fue elegido presidente de la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados. Pero, aunque en su labor parlamentaria puso obvio énfasis en la promoción de esa actividad, fue también miembro de la Comisión de Investigación para el Lavado de Dinero, encabezada por Elisa Carrió.
En todos esos años, Scioli jamás había ocultado su fuerte vinculación con Menem, y en más de una ocasión sus declaraciones no hicieron otra cosa más que reconfirmar su apoyo incondicional. Cuando a principios de este año su nombre comenzó a sonar como el del posible acompañante de Néstor Kirchner a la presidencia, el funcionario expresó su respeto hacia el ex presidente y su voluntad por encarnar una corriente conciliadora dentro de las filas peronistas.
"Yo hablo con todos. No descalifico a Menem. Rodríguez Saá ni me conocía y me confió un puesto en el gobierno. Más tarde, Duhalde me convocó para seguir. Hay que ser positivo. Yo aspiro a que el próximo presidente pueda dar garantías de gobernabilidad", decía a LA NACION a principios de este año.
Ahora, su futuro en la vicepresidencia le depara más de un desafío. "Los vicepresidentes están teniendo en el mundo mayor importancia. En los gobiernos modernos se comparten funciones -dice-. Me gustaría ser un vicepresidente activo y ejecutivo. Kirchner me ha demostrado que es un hombre que sabe compartir tareas." .
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

Cristina Kirchner: una mujer de carácter

La futura primera dama es una platense conocida por su firmeza de convicciones y desde el Senado ejercerá un papel clave al lado del Presidente
Seguramente para ella amanecerá soleado, aunque el clima se empecine en doblarle el brazo, en complicarle el día. Se levantará temprano, caminará por la cinta, desayunará café negro y comenzará con tiempo a vestirse para la ocasión. Todo como de costumbre. Pero será distinto.
Cristina Fernández de Kirchner, la flamante primera dama, debutará dentro de una semana en un papel para el que no se preparó -según afirma- pero que le encanta. Y para el que tiene carácter. Mucho.
¿Cómo se maquillará para saludar desde el balcón de la Casa Rosada? ¿Qué atuendo elegirá para ese momento? ¿Se inclinará por los colores pastel o debutará con un rojo chillón que la favorece, claro, pero que no es el más adecuado? Dicen en su entorno que no piensa en esas nimiedades. Pero su entorno está preparado para desmentir cualquier frivolidad de la senadora. Advierten: "Esa mujer es temperamental. Lo ha probado". Si no, que lo digan sus compañeros del Senado. Que hable Luis Barrionuevo, a quien dejó en evidencia con toda la miserabilidad del punterismo político y futbolero. Cristina Fernández es difícil.
Porque hay primeras damas bellas. Las encontramos obedientes. Hay Zulemas y pudo haber Boloccos. Existen modelos de ellas en diferentes democracias, con estilos propios y algo de alquilado. Pero ella no se adecua a ningún patrón. Cristina Fernández va a ser un gran desafío.
O quizás, una enorme pesadilla para propios y ajenos: no quiere ir a vivir a Olivos, jura que va a seguir en su banca de la Cámara alta y niega, con poco énfasis, que aspira a convertirse en la futura gobernadora de Santa Cruz. ¿Más? Se opone a ser una dama de beneficencia.
Si se buscara una definición de su propia cosecha, la mejor sería: "Me pinto como una puerta desde que tengo 14 años". Para más datos, vaya una anécdota de su cuidado personal, contado a LA NACION por uno de los voceros del marido que la acompaña desde hace años y que pidió, como todos, anonimato. Dice el vocero: "En 1990, Néstor era el intendente de Río Gallegos. Era de madrugada y le vinieron a decir que la policía local se había amotinado. Cristina le dijo que iba con él". El intendente se vistió a toda velocidad y comenzó a llamar a su mujer, que tardaba. Ya nervioso, la increpó: "¿Qué estás esperando?". Y la respuesta: "Mirá, yo no salgo sin perfume y sin maquillaje, ni que vengan los marines".

Anónimos informantes

Aunque parezca mentira para una pareja pública, buscar fuentes que hablaran de Cristina Fernández, 49 años, madre, senadora, una mujer compleja para los políticos, fue ardua: todas las personas que la conocen buscaron excusas o no acudieron a las citas y el hermetismo fue tal que un vocero de la dama fue el encargado de dialogar "oficialmente" con LA NACION, pero sin dar el nombre: había orden entre los más cercanos de no abrir la boca.
Igual, todo se sabe. Especialmente en este país tan lleno de peronistas indiscretos. Así se pudo saber que, para muchos, Cristina tiene actitudes de diva. Que varias veces pidió estar sola en los programas de televisión, que hace de la ropa un rótulo bastante kitsch y que peleó con uñas y dientes cada protagónico en el Senado.
Ella dijo que se enamoró de ese hombre que vino del frío por su inteligencia, aunque aquella pasión mutó en compañerismo y dejó atrás el romanticismo juvenil. Quizá por eso a su marido lo llama Kirchner...
Fernández, hija de una sindicalista y de un empresario del transporte balbinista, nació en un hogar proletario, bajo el signo de una madre que sabe de bravuras y que las aprendió cuando representó el sindicato de empleados del Estado del ministerio de Economía de La Plata. "Tengo una buena relación con ella -dijo a LA NACION-, pero a veces chocamos."
Cristina estudió en el colegio Nuestra Señora de la Misericordia. Luego, en 1969 comenzó en la Universidad de La Plata. Siempre siguió a su equipo favorito Gimnasia y Esgrima, el Lobo.
"Tiene una hermana médica -dice un vocero (de los tantos sin nombres que habló de Ella)-, que se llama Giselle, como la madre de ambas. No, no comenzó directamente con Derecho, primero hizo un año en la facultad de Psicología y luego entró en abogacía y a militar. Allí lo conoció a Néstor." La leyenda cuenta que Cristina era la popular "traga" mientras que el entonces novio Néstor se las apañaba para estudiar menos. Con todo, ella se recibió tres años después que él, en 1979, cuando el hombre que había llegado del Sur volvió al frío. Allí, en Río Gallegos, instalaron un estudio jurídico en el que ella, según confió a LA NACION, "trabajaba como una pichicha y Kirchner se encargaba de las relaciones públicas", y se ríe de buena gana. De esos años datan 22 de las 24 propiedades que por un valor superior a los dos millones de pesos declararon a la Justicia.
Ella cuenta que cuando llegaron en 1976, hubo cárcel para ambos por haber militado en la Juventud Universitaria Peronista, pero de tres días. "Eran tiempos difíciles, por eso nos fuimos de La Plata", dijo Fernández. Luego vinieron los hijos, que son dos, aunque podrían haber sido tres: después de Máximo, el mayor, hubo un embarazo que perdió a los seis meses. Cristina de Kirchner no se olvida, pero tampoco cuenta. Dicen que ese niño que no fue templó aún más su carácter. Finalmente en 1990 llegó Florencia.
¿Se siente culpable esa mujer por no haber estado más cerca de sus hijos durante estos años de política? El vocero dice que la cultura judeocristiana educa a las mujeres en la culpa. Ella prefiere otra definición: "Yo me hice cargo de los chicos y de la familia, a las mujeres nos toca siempre ese papel".
¿Es sumisa, entonces? Dice, aclara, que Kirchner es el candidato y que ella está al lado, no atrás. Pero hasta no hace mucho er difícil sacarles una foto juntos: no quieren. Las malas lenguas de Gallegos juran que ella "roba cámara", pero reporta a Néstor, el verdadero hacedor de la política, aunque la envía a tejer alianzas, deshacer entuertos que su timidez le impiden.

De La Plata a la Presidencia

Cristina de Kirchner no se olvida de nada, tiene una memoria prodigiosa y la utiliza en los mejores momentos. Ella no lo dice, pero sus voceros la quieren hacer aparecer como una verdadera víctima de la dictadura militar y hablan del inquilinato platense donde el matrimonio sudó la gota gorda para comer hasta 1976. Pero no hay suerte: nadie los recuerda huyendo, sí resguardándose por si a algún lunático se le ocurría arremeter contra esta parejita de estudiantes peronistas.
Quizá, de sus noches de inquilinato, le queda la manía de ser extremadamente eficiente y obsesivamente ordenada. El vocero aseguró que Fernández nunca se psicoanalizó y que es católica. Paga cada cosa que consume y es generosa con las propinas. ¿Cómo hará Cristina para aparecer tan equilibrada? Se habla de su nunca negociada hora de gimnasia matutina que es la anterior a su hora frente al espejo. Esa es su terapia.
¿Algo más? Sí, a pesar de los atuendos, de las piernas bien torneadas y que muestra sin pudor, exige que se la admire por su inteligencia. ¿Si consulta con alguien? Sí -dicen-, con Kirchner hasta 10 veces por día, vía telefónica.
"Tiene amigas -empieza a decir el vocero-, Alicia Castro y Vilma Ibarra" y otra en Neuquén, María Ofelia Cedola, compañera de la facultad en La Plata y con la que se ven cada vez que pueden." Ella es una de las que compartió la pequeña fiesta de casamiento en la casa de sus padres, donde no hubo fotos pero sí filmaciones: don Kirchner padre lo enfocó varias veces y Néstor, ya caído de hombros, ensayó algunos pasos no muy seguros.
Sus compañeros le cantaron la marcha peronista, en vez del Ave María de Schubert, por caso. La anfitriona, Giselle de Fernández, no se vestía, como ahora, con la camiseta y un gorro del Lobo, remera que ha mutado en otra que dice "Kirchner Presidente", con la que la señora madre de la primera dama sale a hacer las compras por Tolosa.
Quizá Giselle de Fernández no admire tanto como su hija al matrimonio Clinton, modelo que ella intenta emular porque cree, siempre que no haya ninguna becaria de por medio, que dando un paso al costado, nunca atrás, la cosecha de los logros la disfrutará ella en el futuro. Por todo esto es que quizás admita perder un poco de protagonismo frente a su marido, aunque en cada mesa donde come, en cada café que toma con un poco de público, siempre tiene algo que decir sobre cualquier tema que tenga ver con la política, en particular si se trata de derecho constitucional.
Un viejo cronista parlamentario dijo a LA NACION: "Su límite es su marido. Le gusta ordenar e imponer sus ideas en cualquier debate que se le presente. Tanto que a veces peca de intolerante y autoritaria, como cuando condujo en la comisión de Asuntos Constitucionales del Senado el fallido proceso de expulsión a Barrionuevo". "Acá la que doy la palabra soy yo", se le escuchó decir a su colega y enemigo político Eduardo Menem.
Así como es en la vida es en su trabajo parlamentario. Es épica su pelea con Augusto Alasino, lo que le valió quedar al margen del bloque durante su primer paso por la Cámara alta entre 1995-2001. Desde ese momento, el peronismo santacruceño siempre terminó conformando un bloque rebelde. En 2001 volvió a mantenerse al margen, molesta con la conducción de José Luis Gioja a quien consideraba un representante del viejo Senado: el sanjuanino había "heredado" el cargo del propio Alasino.
Cristina de Kirchner es más o menos esta que describimos. Una primera dama que no quiere hacer concesiones, salvo que su marido se lo pida. Que se enfrentó a la mediática diputado Elisa Carrió cuando la chaqueña estaba en la Comisión de Lavado y la ignoró a la hora de darlo a publicidad. Cristina de Kirchner jamás se lo va a perdonar. ¿Se verá parte de esa guerra en los próximos años?
Por Alejandra Rey

El perfil

Platense
Cristina Fernández nació hace 49 años en La Plata, en un hogar proletario conformado por una mujer sindicalista y un empresario del transporte. En la universidad platense conoció a su futuro marido, con quien se casó a los 22 años.
Hacia el Senado
En 1976, el matrimonio Kirchner, jóvenes militantes del peronismo, deciden radicarse en Río Gallegos, donde alcanzan un superlativo bienestar económico gracias a la abogacía. En 1995 ingresó a la Cámara alta para su primer mandato. Como senadora, es famosa por su firmeza.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario