martes, 18 de agosto de 2015

URUGUAY 2003 Cerca de Tabaré no creen que la sangre llegue al río

Cerca de Tabaré no creen que la sangre llegue al río

Por   | LA NACION
En 1984, Wilson Ferreira Aldunate (dirigente del Partido Blanco) cruzó el charco. Su mera presencia en un país que había recuperado la democracia, en donde recibió espaldarazos de legisladores, provocó malestar en el régimen militar uruguayo, presidido por Gregorio Alvarez. Malestar transmitido, poco después, al embajador argentino, Carlos Perette, mientras presentaba sus cartas credenciales.
En aquel momento, con una democracia incipiente en la Argentina y una dictadura latente en Uruguay, la sangre no llegó al río. En este momento, con un sistema en común y pactos de vecindad plasmados en el Mercosur, la sangre tampoco llegará al río, según convino en un diálogo telefónico con LA NACION el senador uruguayo Rafael Michelini, líder de Nuevo Espacio (centroizquierda) y nexo entre Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez.
Se trata, en realidad, de temperamentos enfrentados, agregó: "En la Argentina quizá no se entienda que Batlle es un Batlle". ¿Qué quiso decir Michelini? Que Jorge Batlle pertenece a una dinastía identificada desde siempre con el Partido Colorado (de tradición liberal y centrista): es el sobrino nieto de José Pablo Batlle Ordóñez, presidente en tres ocasiones (1899, 1903-1907 y 1911-1915), hijo, a su vez, de Lorenzo Cristóbal Batlle y Grau, presidente entre 1868 y 1872; su padre, Luis Conrado Batlle Berres, sobrino de José Batlle, ocupó la suprema magistratura de 1947 a 1951 y de 1955 a 1956.
La escala de valores de Kirchner pasa por otro lado: Batlle, más allá de su estirpe, pronosticó, o auguró, la victoria de Carlos Menem en las últimas elecciones.
Esa toma de posición, así como su virtual indiferencia ante los pedidos de Kirchner con tal de hallar en instalaciones militares los restos de la nuera de Juan Gelman, desaparecida en los años de plomo, han sellado una relación distante. Hostil, por momentos.
Sobre todo, en vísperas de elecciones presidenciales en las cuales Vázquez, afín al ideario de Kirchner, se perfila como posible ganador desde que se impuso el domingo 7 de este mes en el referéndum sobre la derogación de la ley que autorizaba la asociación de la petrolera estatal Ancap con capitales privados. Lo cual significó un revés para Batlle.

Simpatía explícita

Kirchner no ocultó su simpatía por Vázquez, por más que se hayan conocido sólo el 24 de junio de este año. Hace un rato, digamos. Ese día estuvo en la Casa Rosada acompañado por Michelini, hijo de Zelmar Michelini, senador por el Frente Amplio y ex ministro de Educación secuestrado el 18 de mayo de 1976 en Buenos Aires, al igual que Héctor Gutiérrez Ruiz, del Partido Blanco, presidente de la Cámara de Diputados; sus cadáveres aparecieron en un auto.
La causa de los derechos humanos, por la cual Michelini trabó amistad con el canciller Rafael Bielsa y otros funcionarios gubernamentales, representa parte de la afinidad. Y lleva a Vázquez a encarar una campaña para las elecciones de octubre de 2004 con una gira por la Argentina, Brasil, Chile y Paraguay, de modo de recoger las adhesiones de sus presidentes (Kirchner, Lula, Ricardo Lagos y Nicanor Duarte Frutos, respectivamente). En ese esquema, Batlle no tiene lugar. Ni espacio.
Así como el incidente de 1984, por el cual Ferreira Aldunate quedó detenido en Montevideo, fue superado poco después, el actual promete ser otro ladrillo en la pared entre dos presidentes, no entre dos pueblos que, como pocos, no reconocen diferencias entre sí ni imaginan que la sangre llegue alguna vez al río. .

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