martes, 18 de agosto de 2015

EE.UU. 2003 Fuerte apoyo de Bush a Kirchner


Viaje presidencial a Estados Unidos

Fuerte apoyo de Bush a Kirchner

El mandatario norteamericano felicitó al argentino por la recuperación económica. "Siga así", le dijo, y lo alentó a negociar un rápido acuerdo con el FMI. "Bush nos dio apoyo irrestricto y sin condicionamientos", aseguró el Presidente



WASHINGTON.- Néstor Kirchner no había llegado a sentarse en los sillones del Salón Oval de la Casa Blanca cuando George W. Bush le garantizó el éxito de su primera visita oficial a los Estados Unidos.
Lo tomó de un brazo, lo llevó contra una pared dominada por un retrato de Abraham Lincoln, y le dijo: "Siga así. Si ustedes se ayudan, van a tener un respaldo decidido de nuestro gobierno".
En segundo plano, la comitiva que acompañó al presidente argentino, y que luego reprodujo para LA NACION toda la escena, comprobaba que la plana mayor de la administración republicana participaría de la reunión. Esperaban por las presentaciones el jefe del Tesoro, John Snow; el secretario de Estado, Colin Powell, y la encargada de Seguridad Interior, Condoleezza Rice, y el secretario de Comercio, Robert Zoellick.
El diálogo formal encajó en los 30 minutos que había adjudicado la Casa Blanca a Kirchner. Ni un rato más. Pero con frases directas y sin tecnicismos, Bush felicitó al presidente argentino y lo alentó a negociar cuanto antes un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En el mundo de los gestos políticos, eso sólo significa un aval decisivo para que la Argentina avance hacia la tan ansiada reestructuración de su deuda externa.
"Fue una reunión excelente. Tuvimos una conversación muy franca con el presidente. Y nos dio un apoyo irrestricto, sin condicionamientos", enfatizaría un Kirchner exultante al salir, frente a un enjambre de micrófonos.
Durante la reunión bilateral, se había sorprendido por escuchar conceptos inusuales en boca de su anfitrión.
"Negocie duramente con el FMI. Pelee hasta la última moneda", fue el consejo que expresó Bush durante su disertación, según fuentes del gobierno argentino que reconstruyeron el encuentro.
Fue la respuesta a una exposición de Kirchner sobre la supuesta culpa de los organismos multilaterales en la crisis argentina.
"La economía de su país es muy importante. Vamos a ayudar en todo lo que podamos las negociaciones que ustedes y el Fondo Monetario sean capaces de lograr", añadió Bush, según la versión que difundió el Departamento de Estado.
El nuevo gobierno intenta firmar un acuerdo de mediano plazo con el Fondo Monetario antes de septiembre, cuando vencen cerca de 3000 millones de dólares de la deuda multilateral.
El pedido de Kirchner fue explícito: indicó que el país necesita comprensión internacional para que la renegociación de la deuda no ahogue el crecimiento económico.
"El apoyo del presidente Bush va mucho más allá del acuerdo con el Fondo", destacó Kirchner en su declaración a la prensa, como si ya lo considerase un hecho.
Habló entonces de iniciar un camino "para tener relaciones excelentes y sinceras". Sin llegar al alineamiento automático, dijo sin decirlo. Usó la frase "las relaciones de antes".

Agenda abierta

Con el correr de la reunión, Bush repasó sin entrar en grandes detalles los principales temas de la agenda bilateral. Pese a su ya famoso estilo frontal, eludió hablar siquiera de la guerra en Irak y de su interés por acelerar la integración regional en el Area de Libre de Comercio de las Américas (ALCA).
En cada una de sus frases parecía demostrar a Kirchner que está al tanto de todos los detalles de la situación argentina.
Lo felicitó por la recuperación que se vislumbra en la economía argentina y repitió tres veces que le gusta su estilo.
"Somos muy parecidos. Usted y yo hicimos cosas que el establishment nunca se hubiese imaginado que haríamos", agregó Bush, según las fuentes argentinas.
El embajador saliente en Buenos Aires, James Walsh, trazaría más tarde esa comparación en la recepción que le ofreció Kirchner en la residencia de la delegación argentina.
"Los dos son hombres del interior, tienen un estilo muy similar, sincero, franco. Ha sido una reunión muy pero muy exitosa", afirmó.
La "química", palabra que tanto les gusta a los norteamericanos, fue inmediata entre los dos presidentes, según se encargaron de destacar informantes de los dos gobiernos tras el encuentro.

Gratitud

Bush enumeró como logros del gobierno de Kirchner la lucha contra la corrupción, la decisión por mejorar la Justicia y el trabajo decidido para controlar el terrorismo y el lavado de dinero, indicaron las fuentes.
No sería ingrato Kirchner. Al retirarse, se preocupó por destacar la firme decisión de la Argentina de apoyar la lucha contra el terrorismo internacional, el asunto que acapara la atención política de la Casa Blanca.
Después de responder cuatro o cinco preguntas, Kirchner se subió a la limusina negra (con una banderita argentina y otra norteamericana en cada extremo delantero) que lo llevó hasta la Casa Blanca.
Con él subió su esposa, Cristina Fernández, que formó parte del equipo que entró en la reunión, completado por el ministro de Economía, Roberto Lavagna; el canciller Rafael Bielsa y el embajador recientemente llegado a esta ciudad, José Octavio Bordón.
Se lo veía eufórico al Presidente, una hora más tarde, cuando condecoró a Walsh en una ceremonia con toques emotivos.
"Encontramos una mano tendida muy fuerte, algo vital y significativo para nuestro país", dijo. Y una vez más aclaró que todo se había conseguido "sin condicionamientos".

Contra la corrupción

  • WASHINGTON.- En uno de los momentos de la reunión bilateral que más impactó en la Casa Blanca, el presidente Kirchner agradeció a George W. Bush la promesa de apoyar la lucha contra la corrupción. "Las empresas norteamericanas se quedaron afuera del proceso de privatizaciones argentinas por la terrible corrupción del Estado argentino. Es hora de garantizar reglas claras para todos", dijo Kirchner, según fuentes de la comitiva argentina. Las mismas fuentes no quisieron ahondar en los detalles de cómo recibió el anfitrión las palabras del presidente argentino.

Frases principales

"Encontramos un franco, decidido e incondicional apoyo del presidente Bush."
"Dijo que le parecían absolutamente correctas todas las medidas tomadas."
"Me dijo: "Siga peleando a fondo hasta la última moneda de su país, que lo está haciendo muy bien".
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El adelantamiento de la invitación de Bush

Washington quiere una impresión personal del mandatario argentino


Hay una nueva estrategia de Washington para América latina y no sólo para la Argentina, aunque la relación con ésta forme parte de aquella política. Conviene tener en cuenta esa novedad para no caer en el clásico exitismo argentino cuando se analiza el repentino adelanto de la invitación de George W. Bush a Néstor Kirchner.
En primer lugar, debe reconocerse que no es habitual que el presidente norteamericano anticipe en dos meses una invitación a un mandatario extranjero.
La última fecha que negociaban las cancillerías de ambos países como probable para el viaje de Kirchner a Washington merodeaba por la última quincena de septiembre. Bush, asesorado por Colin Powell y por Condoleezza Rice, tomó la decisión personal de apurar ese contacto para tener una impresión personal sobre el presidente argentino.
¿Por qué la necesidad de esa impresión? La información que maneja Washington sobre Kirchner (muy parecida a la que publica la prensa norteamericana) es contradictoria.
Por un lado valoran su discurso y sus actos para combatir la corrupción en la administración pública. Muchas agencias de Washington creen, a estas alturas, que las reformas económicas de los años 90 fracasaron en América latina porque la modernidad fue acompañada, en igual dosis, por prácticas corruptas. Sobran elogios para esa política del mandatario argentino.
Pero, a la vez, el discurso confrontativo de Kirchner, sobre todo con el mundo empresario, y sus permanentes referencias a ideas que han perdido valor en el mundo actual, desorientaron a varios funcionarios de Washington. En pocas palabras: no saben si Kirchner está dispuesto a formar en el sur de América un trípode junto con los presidentes Lula, de Brasil, y Lagos, de Chile, o si optará por políticas más cercanas a la del mandatario venezolano, Hugo Chávez.
Esa es la incertidumbre fundamental en algunas oficinas de Washington. La primera pregunta que tales funcionarios hacen pinta por sí sola el tamaño de la duda: "¿Cree Kirchner en el sistema capitalista?", interrogan. El capitalismo tiene, ya se sabe, la categoría de un dogma indiscutible para cualquier dirigente norteamericano.
En el último año y medio, Estados Unidos ha estado distanciado de la Argentina, aunque -debe reconocerse- nunca dejó de intervenir directamente en el conflicto económico nacional, a través de la Secretaría del Tesoro o del Fondo Monetario Internacional. El acuerdo entre Eduardo Duhalde y el FMI, en enero último, tuvo el padrinazgo directo de Washington, según lo reconoce el principal negociador argentino, Roberto Lavagna.
Aquella distancia política se afirmó en dos razones. La primera fue la falta de simpatía con el propio Duhalde, a quien consideró siempre el arquitecto de un proceso político que terminó con la festiva declaratoria de default de la mayor deuda externa en la historia y con la ruptura de todos los contratos, públicos y privados. La segunda razón fue el dramático cambio de la agenda internacional norteamericana desde el criminal atentado en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, que voló las Torres Gemelas.
Voceros de Washington se encrespan cuando escuchan decir que EE.UU. no tiene política para América latina. "Tiene políticas de Estado y son cuatro: derechos humanos, democracia, apertura de los mercados e integración continental", replican. Algunas de ellas, como las de derechos humanos y democracia, llevan ya 25 años de existencia, y todas han pasado por gobiernos de republicanos y de demócratas.
La única de esas políticas que aún no se concretó es la de la integración del continente. Es la más nueva también, aunque ya hace 13 años que la anunció George Bush padre. Bill Clinton la refrendó y le puso un calendario para su concreción (el año 2005) y el actual Bush tomó la decisión política de concluir lo que inició su padre.
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Cuando no ha concluido todavía la beligerancia en Irak, y cuando se abren en el mundo otros escenarios de probables conflictos, en Irán y en Corea del Norte sobre todo, Washington decidió volver la mirada sobre América latina. Pudo demorar dos meses el tratado de libre comercio con Chile, porque este país no acompañó a Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su guerra en Irak, pero finalmente lo firmó en junio último.
El gobierno del presidente Lula, en Brasil, tuvo también una posición muy crítica sobre las acciones de Estados Unidos en Irak. Pero Brasil optó por silenciar en público tales objeciones y Lula impulsó en su país políticas que mezclan la ortodoxia económica con la sensibilidad social.
A pesar de aquellos disensos sobre Medio Oriente, Bush invitó a Lula a Washington para una visita de Estado que tuvo características muy especiales. Hace unos veinte días, once ministros brasileños negociaron con sus pares norteamericanos mientras dialogaban los presidentes. Washington reserva esas deferencias para muy pocas naciones en el mundo.
La fugaz visita de Colin Powell a Buenos Aires (donde inició una relación personal intensa con el canciller Rafael Bielsa) y la premura en invitar a Kirchner a Washington fueron gestos de Bush para dar por saldadas aquellas viejas cuentas con la Argentina de los últimos dos años. Prefirió rescatar la presencia de un gobierno nuevo y elegido en Buenos Aires sobre los reproches a las transgresiones argentinas.
¿Qué sucederá de ahora en más? La voz de un viejo diplomático norteamericano: "Estados Unidos le ha tendido una mano al gobierno de Kirchner. La puede tomar o la puede rechazar. Ningún interés estratégico norteamericano estará en peligro si la Casa Blanca retira esa mano". La pelota está, entonces, en los pies de Kirchner. .
 

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