Sábado 21 de septiembre de 2013 |
La biblioteca Bernardo Houssay
En
tiempos de creación de espacios para la memoria, la nueva biblioteca
Bernardo Houssay recuerda los comienzos de nuestra ciencia. No es una
memoria reciente. Hay que remontarse a 1936, cuando Houssay fue elegido
miembro de la Academia Pontificia de Ciencias, creada en 1603 e
integrada por destacados científicos, entre ellos once premios Nobel. A
los 49 años, él era el único de habla española.
La Argentina de
entonces era indiferente a la ciencia. "Los países latinoamericanos son
atrasados en este terreno", decía Houssay. Añadía que para investigar
eran necesarias independencia y libertad: "Las dictaduras apagan las
expresiones elevadas y originales de la vida intelectual, engendran
miedo y fomentan la adulonería". En 1943, un golpe militar destituía al
presidente Castillo. Houssay y otros firmaron una solicitada por la
democracia. Los expulsaron de la universidad, con lo que se abrió un
período de encarcelamientos en el que se cerraron facultades e
institutos como el que él dirigía.La nueva biblioteca recuerda ese tiempo. El mobiliario que se exhibe, documentos y murales impresionan. En uno de ellos se lee que, a pesar de las persecuciones y ofrecimientos que recibía del exterior, Houssay no quería emigrar "a menos que mi situación sea tal -decía- que no pueda disponer de recursos para sobrevivir", pues dependía de su sueldo. Ante la indiferencia oficial y los ataques -se salvó de una bomba que explotó en su casa-, muchos le aportaron donaciones. Mauricio Braun, padre del discípulo más apreciado de Houssay, Eduardo Braun Menéndez, compró una casa en Palermo donde se instaló el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IByME) que Houssay creó en 1944 y hoy es el centro científico más grande del Conicet.
Como sus investigaciones trascendían, científicos norteamericanos crearon The Houssay Journal Fund, con 247 donantes que le compraron durante años las revistas y libros que necesitaba. Hoy se guardan en modernas bibliotecas deslizantes junto a las antiguas de madera, testimonio de la generosidad de sus pares que le permitieron investigar en el país. ¿Quién originó esta importante ayuda? Una joven francesa de 22 años, radicada en Canadá, primera becaria de Houssay. Testigo de los sufrimientos de su maestro, escribió al profesor Herbert Evans, de los Estados Unidos, para que lo ayudara: "Admiro a Houssay -le decía- como un gran científico, de mente honesta, con conducta, en un país donde las ideas suelen ser fluctuantes". La joven, tras casarse con un argentino, se radicó aquí. Fue la primera mujer incorporada a la Academia Nacional de Medicina: Christiane Dosne Pasqualini, que a los 93 años sigue investigando.
Houssay fue reincorporado a la UBA en 1945. Pero en 1946 el gobierno de Perón lo jubiló de oficio. Lo marginaban, pero recibía reconocimientos, entre ellos un honoris causa de la Universidad de Oxford. En 1947, el Instituto Karolinska le otorga el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, el primero en ciencias para la Argentina, cuyo gobierno nada había hecho para favorecerlo. De allí en más, Houssay tuvo alegrías. En 1958, la creación del Conicet, que promovió durante años para que los científicos tuvieran un sistema que los albergara. Lo presidió hasta su muerte, en 1971, ocurrida el único día que no trabajaba, 21 de septiembre, Día del Estudiante, y de la que hoy se cumplen 42 años.
Eduardo Charreau, discípulo de Houssay que dirigió el IByME y presidió el Conicet, pidió a la Fundación Sales la construcción de la nueva biblioteca. Como en 1944, Sales supo suscitar solidaridades: las familias Ferioli y Ostry donaron los fondos para el edificio y las bibliotecas deslizantes; la Fundación Bunge & Born, las computadoras y el mobiliario; la Fundación Biblioteca Central de Medicina, el acceso a revistas científicas; miles de pequeños donantes de Sales financiaron la Luz de Houssay, intervención de los artistas Patricia Saragüeta y Martín Bonadeo que proyecta con luz solar dibujos y croquis del científico, sus anotaciones, los animalitos que estudiaba. Las fundaciones IByME y Lucio Cherny, ligadas a la obra de Houssay, también colaboraron, y una ciudadana, María Elvira Varela, acercó una donación personal. Gracias a todos se concretó el proyecto, diseñado por la arquitecta Mariana Lanari, hija de Alfredo Lanari, otro gran discípulo de Houssay.
La nueva biblioteca, en Belgrano, es una de las más ricas de América latina en fisiología y medicina experimental. Memoriza un pasado, pero no se detiene en él ni pide revanchas por tantos atropellos. Sirve a la ciencia con 20.000 volúmenes de 300 títulos de revistas, varios de hace más de un siglo.
© LA NACION.
Sábado 31 de diciembre de 2011
Ciencia / El Conicet, bajo el peso de su propio éxito
Crisis en la "fábrica" de doctores
El
doctor en Historia y docente de la UBA Fabián Harari convocó esta
semana a la prensa para denunciar discriminación por parte de la
comisión evaluadora que le negó su ingreso en el Conicet. También en los
últimos días, becarios doctorales que vieron frustradas sus
posibilidades de iniciar la carrera científica organizaron
manifestaciones frente a la sede del organismo.
Ambos hechos
revelan problemas que el acelerado crecimiento de los últimos años
contribuyó a potenciar y otros de más larga data.Las denuncias de Harari, que afirmó que se lo persigue por sus ideas marxistas, son por lo menos discutibles. Como aclaró un comunicado del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, no cumple con los requisitos vigentes: trabajos publicados en revistas con referato [evaluación por pares] externo e independiente.
"Todas las publicaciones excepto una o dos -subraya el documento-, son de carácter «endogámico» (...): editoriales y revistas que tienen una relación directa con el autor." Quince de los 17 trabajos se publicaron en la editorial Razón y Revolución, la revista Razón y Revolución , y la publicación Anuario Ceics (de la cual el autor es miembro del consejo editorial al menos hasta el número de 2009), que pertenecen a la misma institución en la que milita, "lo cual indica que no fueron sometidas a la compulsa necesaria (...) entre pares, variados y plurales, de la comunidad académica".
La de Harari es una situación particular, pero la protesta de los becarios que el sistema no podrá absorber (904 que se presentaron a la carrera del investigador y 726, a becas posdoctorales; el 62,3% y el 48,8% de los postulantes, respectivamente) responde a una combinación de fallas en la comunicación, falta de coordinación y hasta sesgos culturales que inquietan al engranaje central de nuestra maquinaria científica.
Hace ya dos años hubo quienes plantearon que pretender que sigan ingresando indefinidamente 1500 becarios y 500 investigadores por año es insostenible. Y que se corre el riesgo de preparar "cerebros para la exportación".
Paradójicamente, hoy la situación parece ser precisamente la inversa: muchos científicos están retornando y los hay incluso que no quieren dejar el país para completar su formación en centros avanzados. ¿Estamos ante una "inflación" de doctores?
La pregunta no es banal y responderla exige nada menos que redefinir el papel de los investigadores en la sociedad.
Actividad privada
Para el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, los científicos tienen que empezar a pensar que la formación que reciben no sólo debe servirles para el ingreso a la carrera del investigador, sino también para desarrollarse en la actividad privada, y para aportar su conocimiento y sus capacidades a la gestión del Estado.Con una dotación rejuvenecida, afirma, la tasa de crecimiento de la carrera del investigador debería rondar el 10%. "Esto implica unos 650 ingresos anuales repartidos por disciplinas y áreas geográficas -dice-. Es decir, que las chances de un becario van a volver a ser las históricas (aproximadamente uno de cada tres o cuatro)."
Según el ministro, el doctorado debe concebirse como la última etapa de la formación universitaria, aquella en la que "se adquiere la capacidad de obtener y procesar información en forma independiente". Y esto debería ser útil para hacer investigación, pero también para analizar la realidad y resolver problemas en cualquier otro ámbito. Y -algo que los científicos pocas veces contemplan- para convertirse en creador de puestos de trabajo.
Para facilitar este viraje, dice Barañao, se están implementando programas de "doctores en empresas", inserción de grupos de investigación en universidades públicas de reciente creación y en zonas de vacancia (universidades e institutos del interior). "Entre dos postulantes que obtengan igual calificación -destaca-, se le dará prioridad al que pueda desplazarse a centros del conurbano o del interior."
Y agrega: "En el caso particular de las ciencias biomédicas hay problemas adicionales. El área insume casi el 50% de los recursos tanto humanos como financieros, con una alta concentración en la zona metropolitana y las grandes ciudades. A pesar de esto, son muy escasos los efectos demostrables de esta inversión en la calidad de la atención médica o en el desarrollo de nuevas terapias. Más aún, poco de la información producida es accesible a los médicos. No parece tener sentido seguir retroalimentando este estado de cosas automáticamente y estamos promoviendo cambios".
Como dijo hace cuatro años, Barañao está empeñado en "pasteurizar" la ciencia: resolver la contradicción entre la investigación de alta competitividad con impacto en publicaciones internacionales, y la aplicada, con posibilidades de transferencia a la práctica médica y a la tecnología.
Pero a juzgar por el desconcierto de los becarios, voluntaria o involuntariamente estas líneas de acción no quedan del todo claras. Entre otras cosas porque, a pesar de los planes del Ministerio, muchas comisiones evaluadoras del Conicet cultivan un fuerte sesgo hacia la investigación básica, y subvaloran las actividades científicas de transferencia.
"Conicetitos"
"Es cierto que el Conicet podría ser en parte un organismo de formación de investigadores o profesionales orientados a ser absorbidos por otras instituciones -dice Ana María Vara, docente de la Universidad Nacional de San Martín e investigadora en temas de ciencia y sociedad-. Pero entonces debería estar conversando con esas instituciones, públicas (universidades, ministerios) o privadas (empresas, nacionales o extranjeras) para ver qué necesitan. Y adecuar sus criterios. Sin embargo, no lo está haciendo: en el otorgamiento de las becas, sigue sólo los criterios de «calidad académica» en el sentido más estrecho. [Por otra parte] esos nuevos criterios, como la voluntad de privilegiar el interior y el conurbano, no se explicitan antes de las convocatorias ni se traducen en los puntajes... Desde el comienzo, todos los becarios son «conicetitos», todo está dado para que sólo les preocupe publicar papers ."Para Vara, muchas de las conductas que están en tela de juicio subsisten porque el Conicet es el único organismo en su tipo, se autorregula, y los científicos no tienen que rendir cuentas más que a sí mismos, algo que puede favorecer decisiones sesgadas.
"Sobre todo en las ciencias sociales, frecuentemente rige un sistema corporativo con pautas muy rígidas para el conjunto y excepciones para algunos", subraya Vara.
A fines de los noventa, cuando los científicos emigraban en masa y el Conicet estaba al borde de la inanición, la prioridad era mantenerlo con vida. Hoy, con mejores presupuestos y equipamiento, investigadores que son requeridos y colaboran con los centros más importantes del planeta, y participan en experimentos que exploran las fronteras del conocimiento, tal vez sea el momento de poner la lupa sobre estos puntos para que pueda desarrollar toda su potencia..