miércoles, 19 de agosto de 2015

THE WALL STREET JOURNAL 2001 CRÍTICA A LA ARGENTINA

Dura crítica en The Wall Street Journal a la Argentina peronista


El siguiente artículo, publicado ayer en The Wall Street Journal, lleva la firma de Mary Anastasia O´Grady una de las columnistas más prestigiosas del periódico.
Este mes una corte de París permitió la extradición de un guerrillero italiano que fue juzgado y encarcelado "in absentia" en Italia por tres asesinatos que cometió mientras trabajaba para los Proletarios Armados para el Comunismo, en los 70. La sentencia revierte una antigua política iniciada por el ex presidente socialista François Mitterrand, que garantizaba asilo a los terroristas urbanos italianos.
La decisión, que provocó una clamorosa protesta de socialistas franceses, es una bienvenida señal en Europa de que cumplir la ley importa, aún cuando se trate de delincuentes admirados por los izquierdistas románticos. Si al menos la Argentina pudiera comprender ese concepto...
Mientras Europa trata de llevar a sus terroristas de los 70 ante la Justicia, en la Argentina los izquierdistas violentos parecen estar intentando la vuelta bajo otras formas con el presidente Néstor Kirchner. Los nuevos terroristas, llamados piqueteros, han estado sembrando la destrucción en todo el país. Según parece, el Presidente y algunos de sus asesores más cercanos han tenido un alto grado de tolerancia hacia estas prácticas.
Los argentinos tienen que convivir con este estallido de anarquía y el daño que esto le hace a una economía ya devastada. Además de la violencia evidente, los secuestros en Buenos Aires han empeorado a medida que las bandas del crimen organizado practican este antiguo método de recaudar dinero, con impunidad.
Relacionada con todo esto se encuentra la lucha política, mientras Kirchner y el ex presidente Eduardo Duhalde luchan por el centro de la filosofía política dominante en la Argentina, el peronismo. Los conceptos de ley y orden tienen poco que ver en esta lucha. La supervivencia dentro del peronismo requiere una versión matizada de "justicia".
Para comprender el vacío del peronismo, es ilustrativo recordar la desgraciada guerra sucia de los 70, que representó la lucha de poder dentro del peronismo, entre izquierdistas revolucionarios (los montoneros), y al principio, el gobierno de Isabel Perón y luego, la dictadura. El ex espía cubano, Jorge Masetti, describe la primera parte de los 70 en sus memorias. En "La madriguera del pirata", escribe: "Las contradicciones dentro del peronismo, un movimiento revolucionario que contiene elementos del ala izquierda y del ala derecha, crecieron rápido. Pronto ambas facciones dejaron que hablaran las armas".
Finalmente prevaleció una dictadura fascista. Miles de sospechosos fueron capturados en medio de la noche y hechos desaparecer. Pero los montoneros y gente ideológicamente similar a la del Ejército Revolucionario del Pueblo, de Castro, no fueron del todo inocentes en este resultado.
El comentarista político argentino Vicente Massot, en su libro, "Matar o morir", de 2003, cuenta que de mayo de 1973 a marzo de 1976 hubo 5079 ataques terroristas. Considera que hubo 400 muertos en ese período, incluidos casi 100 civiles, líderes sindicales, policías y militares.
La izquierda está ansiosa de volver a escribir la historia dejando de lado la crueldad de los montoneros, y con los vientos políticos que soplan, Kirchner parece feliz de complacerlos. Levantando las banderas de los derechos humanos, denunció los horripilantes crímenes de los militares. Pero su rectitud sería mucho más convincente si se aplicara parejamente a todos los participantes de la guerra sucia, incluyendo a algunos de sus amigos. Para tener una idea del romance con la izquierda, hay que considerar que el Gobierno rechazó condenar los atropellos de Cuba y Belarús a los derechos humanos, en la ONU.
La izquierda violenta que tira piedras ha tenido su utilidad para Kirchner y los peronistas. La inquietud social sacó del gobierno a Fernando de la Rúa en 2001 y abrió el camino para un eventual ascenso de Kirchner al poder.
Se sospecha que los piqueteros han realizado un acuerdo con el Gobierno. Su militancia ha sido útil para atizar temores en la gestión de Bush por un golpe izquierdista en América latina, lo que permitió al Gobierno obtener favores de EE.UU.
A pesar de que el peronismo aún tiene una fuerte influencia en la mente argentina, han estado surgiendo reacciones contra la protección del Gobierno a los piqueteros. La popularidad de Kirchner cayó en las semanas pasadas a medida que la población registraba su disgusto ante la destrucción y la extorsión.
Puede ser que Kirchner entienda que la movilización, menos numerosa que la de hace dos años, pero potencialmente más militante, sólo quemará banderas de EE.UU. y vociferará hasta que logre algo a cambio. Esos costos pueden volverse muy altos, como lo sugirió el ministro de Salud, que declaró que el líder piquetero Raúl Castells es "un terrorista" que "ataca instituciones". También es posible que los intrusos se hayan pasado a un mejor postor, a Duhalde.
Esto explicaría por qué el Presidente trata de llevarse bien con la CGT, que quiere aumento de sueldos. Kirchner la necesitará como aliado si debe enfrentarse a los piqueteros. Pero es dudoso que el acuerdo con intereses rivales pueda salvar al Presidente o al país de la declinación caótica.
Será difícil revertir la perniciosa tendencia hacia la anulación de los derechos de propiedad y otras protecciones que infectan a la Corte como resultado de las designaciones de Kirchner. Uno de ellos es el juez Zaffaroni, notable por sus puntos de vista según los cuales los criminales deben ser tratados como víctimas de la sociedad. Otra es la recientemente confirmada Carmen Argibay, que expresó su comprensión por los piqueteros al decir que "hay que prestar atención al reclamo de los desocupados".
La Argentina está enfrentada, una vez más, con una lucha de poderes dentro del peronismo, entre la extrema izquierda y la derecha dura. Perón destruyó las instituciones que podrían haber protegido a los argentinos de tales excesos. La lucha no fue linda la última vez y ahora está comenzando a verse algo fea. .

Traducción: María Elena Rey

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